Para unos, los gobernantes (de este partido, del otro y del otro…), todo marcha bien porque todo lo hacen bien. Según otros, los de la oposición (de este partido, del otro y del otro… cuando no gobiernan), estamos al borde del desastre, todo va de mal en peor.
Los ‘a pie de calle’ estamos desconcertados, desconfiando (menos ‘los del partido’) de unos y de otros, de unos o de otros. ¿Solamente podemos actuar, en esta situación, con nuestro voto, cuando llega? Pues… no. También podemos, ¿debemos?, hacerlo participando en organizaciones intermedias de ciudadanos que proponen, protestan, se comprometen en acciones concretas, se manifiestan, colaboran, buscan soluciones a situaciones concretas: asociaciones de vecinos, de padres, plataformas sin carnet político con objetivos concretos, grupos de cristianos en la Iglesia sin controles clericales… en muchos lugares y de muchas maneras. Claro que podemos y debemos.
Porque estar en una sociedad justa, decente, solidaria, sin colectivos sobrantes… no lo estamos ni en España ni en el mundo. Y no solamente por las tragedias del volcán de La Palma, por las inundaciones (ya olvidadas) de Haití, por los emigrantes que mueren en el Mediterráneo o ahí mismo, en la costa de Almería, hace ‘cuatro días’. Y de alguna otra que olvido, seguro. Ante estas situaciones muchos respondemos con una solidaridad decreciente poco a poco, menos en los lugares que sufren la tragedia y permanece o avanza la solidaridad.
Pero hay también una situación ‘a pie de calle’ que la podemos palpar, ver, sufrir. En su reciente informe, “Cáritas constata un gran deterioro de las condiciones de vida en los hogares durante la Covid-19. Otros efectos de la pandemia: once millones de españoles viven en situación de exclusión social. Sólo cuatro de cada diez hogares españoles viven en una situación de normalidad. ‘Hay una fuga imparable hacia una sociedad más desigual, donde el grupo que más crece es el de los desfavorecidos’, clamó Thomas Ubrich, del Equipo de Estudios de Cáritas Nacional”[1].
Como sucede lamentablemente en estas situaciones, «la pandemia ha golpeado con fuerza a los que ya eran perdedores, los más frágiles, a los que no han llegado los mecanismos de protección social. El diagnóstico de Cáritas es brutal, sonrojante. Seis millones de personas viven en exclusión severa, dos millones más que antes del inicio del confinamiento”.
“Los efectos de la pandemia se ven mucho más allá del drama de muertos y hospitalizados, ya de por sí brutal. Sólo cuatro de cada diez hogares españoles viven en una situación de normalidad… Como todas las crisis globales, la pandemia se ha cebado en lo laboral, familiar, consumo, salud, educación, vivienda o aislamiento, en los ya empobrecidos. Desde 2018 se ha duplicado el número de hogares en los que ningún miembro tiene empleo. El 25% de los hogares atraviesan graves dificultades, con empleos inestables o precarios, lo que se traslada a la vivienda: la precariedad salarial afecta al acceso y mantenimiento de una vivienda, así como las dificultades para cubrir necesidades básicas, como la alimentación, la ropa, etcétera”.
De ahí que “la realidad que observamos también en nuestra acción social y a través de los testimonios de las personas y familias acompañadas por la Confederación de Cáritas Española en todo el territorio, constatan el aumento de personas que siguen demandando ayudas de emergencia debido a la pandemia”.
Ante esta situación, Cáritas propone soluciones de largo alcance político-social, que no recogemos aquí porque superan nuestras posibilidades. Ojalá las lean y mediten quienes tienen encomendada la misión de impulsarnos hacia una sociedad más justa y digna. Misión encomendada por el pueblo a sus representantes. Y si estos representantes llegan a tomar medidas (¡ojalá!) que a los no afectados por esta crisis nos obliguen a bajar nuestro nivel de vida, no las rechacemos sino colaboremos de buena gana. Aunque afecten a nuestros bolsillos y a tantas ‘necesidades-no-necesarias’ que nos hemos montado, ninguneando y olvidando a quienes no pueden vivir de forma humanamente digna.
Solamente recojo la primera propuesta de Cáritas porque en esta quizás podamos colaborar personalmente según nuestra situación laboral: “Devolver su dignidad al trabajo para crear empleo decente: Potenciar un mercado de trabajo y un modelo productivo que favorezcan la creación de empleo capaz de garantizar el derecho a un trabajo decente y estable, y con condiciones dignas”.
Un pequeño ejemplo en el que sí podemos colaborar: “Según los datos de la última Memoria anual, la Confederación Cáritas en España invirtió en 2020 más de 386 millones de euros en sus distintos programas sociales… con problemas crecientes de precariedad y exclusión social”. Para contribuir a que menos personas y familias sigan quedándose atrás. “No podemos permitir que esta nueva crisis ahonde aún más la desvinculación de un porcentaje de la población y la expulse de la sociedad”.
“Nuestra fe en Cristo resucitado nos muestra que podemos superar este trágico momento. Nuestra esperanza nos da valor para levantarnos. La caridad nos urge a llorar con los que lloran y a dar una mano, sobre todo a los más necesitados, para que vuelvan a sonreír. Y la caridad nos urge… a despojarnos. No le tengan miedo al despojarse. Cada uno sabe de qué”.[2]
Para que esto pueda ser verdad estamos llamados a pensar como NOSOTROS y no a pensar SOLAMENTE como YO. Ahí radica el origen o de nuestro egoísmo vital, o de nuestra apertura a una sociedad, poco a poco, más fraterna y solidaria.
[1] Jesús Bastante. Religión Digital. 6 octubre 2021. Según el informe ‘Análisis y Perspectivas 2021’ presentado por Cáritas España. De esta información me sirvo en los textos que aparecen en cursiva en este artículo.
[2] FRANCISCO. A los obispos brasileños. 15 abril 2021