Pascua de Resurrección. Primavera. Flores. Esperanza. Gozo
¡CRISTO HA RESUCITADO!
¡CRISTO VIVE! Nos ha recordado el papa Francisco en el título y comienzo de la Exhortación Apostólica a los jóvenes y a la Iglesia entera el pasado 2 de abril.
Cristo Resucitado no es una escapatoria de la dureza de la vida. La Cruz no es una losa imposible de levantar. El Resucitado conserva las llagas de la crucifixión. Por eso, llagas y resurrección son expresión real de la vida. Pero con esperanza. Sin el Crucificado y su Cruz, sólo hay fantasía. Sin el Resucitado y su Vida, todo es chato, sin proyección, sin futuro.
Nuestra historia humana es siempre tiempo de flores, de esperanza, más que de frutos granados. De flores con espinas. De primavera incierta y esperanzada. Y los frutos, que también llegamos a conseguir en nuestra historia, nos dejarán de nuevo a la vista flores para frutos del futuro. Así, progresiva, esperanzadamente, hasta el fruto definitivo del encuentro con el Señor, de los cielos nuevos y la tierra nueva en que habitará la justicia (Cfr. 2 Ped 3,13).
Al Papa Francisco, en su viaje de vuelta de su visita a Marruecos (30-31 marzo 2019), le preguntaron: “¿cuáles son los frutos para el futuro, de esta visita para la paz en el mundo y el asunto de la coexistencia del diálogo y las culturas?”
Y aquí viene el tema que he elegido hoy: flores y frutos. Tema pascual, sin duda. Y respondió:
“Yo diré que ahora están las flores, los frutos se verán después. Pero las flores son prometedoras. Estoy contento, porque en estos dos viajes he podido hablar de cosas que me tocan mucho en el corazón, que son la paz, la unidad, la fraternidad. Incluso con los hermanos musulmanes y musulmanas, hemos resaltado esta fraternidad en el documento de Abu Dhabi y aquí en Marruecos con esto que todos hemos visto: una libertad, una acogida, todos hermanos, con un respeto muy grande.
Y esto es una bella flor, una bella flor de coexistencia, una bella flor que es prometedora, que puede dar frutos. No nos debemos preocupar, es cierto, habrá aún dificultades, muchas dificultades, porque por desgracia hay grupos intransigentes. Y esto quiero decirlo claramente: en toda religión siempre hay grupos integristas, que no quieren ir adelante, que viven de recuerdos amargos, de luchas pasadas, y siguen buscando la guerra, y siembran el temor.
Hemos visto que es más lindo sembrar la esperanza, ir con el hermano siempre adelante”.
Este tiempo de flores, que esconden y preparan los frutos, nos invita a construir puentes. Un tema muy querido por Francisco y que, muchas veces, levanta ampollas en obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos y laicas, políticos, economistas, etc.…
“Hemos visto en el diálogo con ustedes, aquí en Marruecos, que se quieren puentes. Sentimos dolor cuando vemos a las personas que prefieren construir muros. ¿Por qué tenemos dolor? Porque los que construyen muros terminarán siendo prisioneros de los muros que construyen. En cambio, los que construyen puentes, van adelante.
Para mí construir puentes es algo que va casi más allá de lo humano, porque requiere un esfuerzo muy grande. A mí me tocó mucho una frase del escritor Ivo Andrich, de una de sus novelas, “El puente sobre el Drina”, en la que dice que el puente es hecho por Dios con las alas de los ángeles, para que los hombres comuniquen las montañas, las orillas de un río, para que los hombres puedan comunicarse.
El puente es para la comunicación humana y esto es bellísimo y esto lo he visto aquí en Marruecos. Es bellísimo. En cambio, los muros están contra de la comunicación, están para el aislamiento, se convertirán en prisioneros de esos muros.
Entonces, los frutos no se ven todavía, se ven las flores que darán fruto. Vayamos adelante así”.
En nuestra vida de cada día, podemos trabajar para que las flores de hoy sean frutos de mañana. Cuanto antes. Con mucha esperanza. Sin prisa y sin pausa. El bien nos llama y apremia.