Buscando en internet ‘hipocresía-frases’, he elegido, para comenzar, esta (sin autor en la página consultada): “No te preocupes por quienes te odian, preocúpate por aquellos que fingen que te aman” Terrible frase: es mejor que te odien a que finjan que te aman. Quien te odia ya sospechas qué te puede hacer. El que finge que te ama, te hace más daño porque no lo esperabas.
Como no quiero desaprovechar la consulta, ahí van otras perlas: “Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía” (Ángel Ganivet). “Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra” (Homero). “La hipocresía es el colmo de todas las maldades” (Molière). “La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política” (Quevedo). “El único vicio que no puede ser perdonado es el de la hipocresía. El arrepentimiento del hipócrita es hipocresía en sí misma” (William Hazlitt. Durísima afirmación: el hipócrita ¿no puede convertirse?). “En una mano lleva la piedra, y con la otra muestra el pan» (Plauto).“El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a otros” (Jaime Balmes). “Prefiero estar rodeado de personas imperfectas que no lo ocultan, a quienes se esfuerzan por ser perfectas ocultando una parte de sí mismas”. “Nacimos para cometer errores y aprender de ellos, no para fingir que somos perfectos” (Enviado por WhatsApp).
A Quevedo debemos completarlo: La hipocresía es gran ‘virtud’ política y… eclesiástica-clerical y de algunos cristianos laicos, comprometidos con la Iglesia o con la educación, Un ejemplo muy triste y que tantísimo daño está haciendo a la Iglesia son los abusos sexuales y la pederastia de algunos presbíteros y religiosos. Que esos abusos se den en otros colectivos, ni rebajan la culpa y el delito, ni reducen el escándalo, ni justifican -tremendo pecado y equivocación- a quienes los han cometido u ocultado.
La existencia de tales abusos en personas ordenadas o laicas de la Iglesia, ha quedado agravada por la hipocresía del silencio y ocultamiento por parte de quien tiene autoridad y la obligación de condenarlo severamente. Y hacerlo no con medidas hipócritas que no hacen lo necesario para defender a posibles víctimas en los nuevos destinos pastorales, a los que se envía a los depredadores sexuales. Esto es actuar hipócritamente: ocultar estos graves hechos y darles soluciones equivocadas y no correctivas o condenatorias. Porque hablamos, como bien sabemos, no solo de ‘pecados’, sino de ‘delitos’.
Este comentario sobre la hipocresía, el fingimiento, me lo ha suscitado la reflexión del Papa Francisco comentando en el Ángelus del pasado domingo el evangelio del 2º de Adviento (Mt 3,1-12). Sin olvidar que Francisco habla con frecuencia de la hipocresía en la Iglesia, sobre todo, en el estamento clerical. Aparentar lo que no somos, exigir lo que nosotros no hacemos…
Primero nos dijo el domingo último que “el Bautista, más que un hombre duro es un hombre alérgico a la falsedad, escuchad bien esto: alérgico a la falsedad”. Se dirige Juan “a los que estaban cerrados en la presunción de ser justos”, es decir: eran hipócritas, fingían lo que no eran. Creerse ‘justos’ les impidió escuchar el mensaje del Precursor.
“Juan les dice: «Dad el fruto que pide la conversión» (v. 8). Es un grito de amor, como el de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice: “¡No desperdicies tu vida!” De hecho, queridos hermanos y hermanas, la hipocresía es el peligro más grave, porque puede arruinar también las realidades más sagradas. La hipocresía es un peligro grave. Por eso el Bautista – como después también Jesús – es duro con los hipócritas – podemos leer, por ejemplo, el capítulo 23 de Mateo donde Jesús habla a los hipócritas del tiempo, tan fuerte…”
Siempre me ha parecido que Mateo 23 es el discurso más duro de todo el Evangelio. Y es contra los hipócritas, los religiosos de fachada, los que se creen mejores que los demás y su ‘religiosidad’ es puramente externa y superficial.
Termino recogiendo frases nada ‘hipócritas’ de otros discursos de Francisco:
“En el Evangelio (Lc 12,1-7) Jesús nos hace ver otro modo de buscar la justificación, proponiéndonos. La imagen de los que se creen justos por las apariencias, esos que saben poner “cara de estampita”, como si fuesen santos: son los hipócritas… La suya es la justificación de la apariencia… La falsedad hace mucho daño, la hipocresía hace mucho daño, se convierte en un modo de vivir” (20 octubre 2017)
“¡Palabras claras y fuertes! (Mc 7,1-8.14-15.21-23), ¡Hipócrita es, por así decirlo, uno de los adjetivos más fuertes que usa Jesús en el Evangelio y la pronuncia dirigiéndose a los maestros de la religión: doctores de la ley, ¡escribas! […] La reacción de Jesús es severa porque está en juego algo muy grande: se trata de la verdad de la relación entre el hombre y Dios, de la autenticidad de la vida religiosa. El hipócrita es un mentiroso, no es auténtico.
También hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia. Se nos llama a reconocer, una y otra vez, lo que es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándola de la hipocresía del legalismo y el ritualismo. […] En realidad, un hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al mismo tiempo cree y se muestra como religioso y llega incluso a condenar a los demás, es un hipócrita” (Ángelus – 2 septiembre 2018)
Todo, menos fingir. Menos la hipocresía. Si queremos que la ‘verdad’ de Jesús y su Evangelio transforme a la Iglesia, a todos los bautizados, y sea sal y luz del mundo: ¡Abajo la hipocresía, el fingimiento!