Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

“Experta en felicidad” ¿¿??

24 de marzo de 2021

–Todas las semanas vemos denuncias por fiestas ilegales. Pero me llama la atención que en algunas partes del territorio se ven mesas a un palmo de distancia o que se fume en la vía pública sin distancia y no se haga nada…

–Son signos inequívocos del cansancio y el hartazgo de la sociedad ante lo prolongado de la situación. Son muy preocupantes, porque la fatiga pandémica es uno de los principales aliados del virus y no podemos poner un policía a cuidar de cada ciudadano. Sólo la conciencia individual nos puede llevar a una contención mantenida de la pandemia.[1]

Tres fuertes afirmaciones encontramos en esta frase tan realista: 1) la fatiga y el sufrimiento de la gente empieza a hacerse sentir ante la duración de la pandemia; 2) esta fatiga pandémica facilita la expansión del virus, si olvidamos la necesidad de cuidarnos mutuamente; 3) nos queda la conciencia personal y actuar de acuerdo con ella; nos quedan la responsabilidad mutua y la solidaridad para apoyar a quienes están sufriendo la enfermedad o han perdido su empleo o alargan y alargan las ‘colas del hambre’. 

Hemos sufrido y seguimos sufriendo, hartos ya, una agresividad total, partidista e interesada que no tiene nada que ver con la Política, que está llamada a preocuparse por el pueblo y sus verdaderas necesidades y no tanto por el voto y el poder, que crea problemas en lugar de soluciones. Asistimos a debates broncos, repletos de insultos y de una violencia verbal hacia el contrincante. Espectáculo que en nada ayuda ni a ellos ni a nosotros, en plena fase de pandemia y de recesión económica.

Analistas de la situación afirman que la pandemia no ha tenido el efecto positivo de unirnos, sino avanzar en el ‘sálvese quien pueda’. Por ‘bajar la guardia’, nos hemos hecho más vulnerables. Constatan que hemos llegado al aniversario del confinamiento sin sacar las consecuencias de lo que nos está sucediendo y sin vivir la oportunidad de ser mejores de lo que éramos. Incluso quizás no hemos caído en la cuenta de que estamos -y estábamos- llamados a vivir juntos y a ayudarnos. Y que no debemos ‘bajar la guardia’. ¿Es complicado entender esto?

Dice Carlos M. Sánchez[2] que Laurie Santos es una psicóloga “experta en felicidad” que da clases en la Universidad de Yale (USA). No sé si esta ‘especialidad’ es posible que exista. Ni sé qué entenderán por felicidad. Pues bien, sea lo que sea, expresa una opinión suya con la que sí estoy de acuerdo. Y que da un ‘aire científico’ (como afirma Laurie) a una actitud muy humana y, por tanto, también cristiana. Y muy de ‘a pie de calle’. Ahí va.

“En los momentos de crisis, a menudo tenemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos. pero no funciona. Tampoco darse un capricho o anteponer nuestras necesidades… Por el contrario, preocuparnos por los demás nos levanta el ánimo. El altruismo nos hace más resilientes”[3].  Apliquemos esta reflexión a la crisis de la Covid19 y a las reacciones que experimentamos en nosotros o a nuestro alrededor.

El entrevistador: “¿Quiere decir que haciendo algo bueno por otra persona reforzamos nuestra salud mental? Exacto -responde-.  La evidencia científica así lo señala. Pruebe con actos aleatorios de bondad… Si trabaja a distancia, done el dinero que ha ahorrado en gasolina esta semana a una buena causa. También funciona ser agradecido. Emplee cinco o diez minutos en dar las gracias”.

“Sentirse agradecido en mitad de una pandemia no es fácil…” le responde el entrevistador y Laurie afirma: “No lo es, lo admito. Pero las investigaciones demuestran que las personas agradecidas muestran niveles más bajos de las hormonas del estrés”.

Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,

si puedo realizar algún servicio,

si puedo decir algo bien dicho,

dime cómo hacerlo, Señor.

Si puedo ayudar a un desgraciado,

si puedo aliviar alguna carga,

si puedo irradiar más alegría,

dime cómo hacerlo, Señor.

(Grevnille Kleiser. 1868-1953)


[1] Rafael Matesanz: ex director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). LA RAZÓN. 14 marzo 21

[2] CARLOS MANUEL SÁNCHEZ. Lauri Santos. XLSemanal. N° 1741. 7-13 marzo 2021

[3] “La resiliencia se entiende como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas”. (Edith Grotberg)

Lo contrario a la resiliencia lo describe Francisco en su homilía en Sofía (Bulgaria) el 5 de mayo de 2019); “Frente a las experiencias de fracaso, dolor e incluso de que las cosas no resulten como se esperaban, siempre aparece una sutil y peligrosa tentación que invita a desanimarse y bajar los brazos. Es la psicología del sepulcro que tiñe todo de resignación, haciendo que nos apeguemos a una tristeza dulzona que, como polilla, corroe toda esperanza. Así se gesta la mayor amenaza que puede arraigarse en el seno de una comunidad: el gris pragmatismo de la vida, en la que todo procede aparentemente con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad (FRANCISCO. Evangelii gaudium, 83).

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