Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Está en tus manos

8 de febrero de 2023

               

Dos manos y un papelito entre ellas. Una mano da y otra que acoge. Es una libra de Sudán del Sur. Aproximadamente 0,007 euros.

                Ha sido la foto-símbolo del viaje apostólico de Francisco al Congo y a Sudán del Sur la semana pasada. Un niño del país más pobre del mundo, según el Índice de Desarrollo Humano, dio una limosna de 0,007 euros al Papa. Una cantidad ‘enorme’ para este país, dicen los comentaristas que saben. Esto no le había pasado al Papa en ninguno de sus 40 viajes pastorales internacionales, afirman las crónicas del viaje papal.

                Este gesto del niño de Sudán del Sur seguro que ha multiplicado la solidaridad de muchas personas que hayan contemplado detenidamente la fotografía.

                Son dos manos que se unen en un intercambio solidario. El que da es pobre. El que recibe no lo necesita para sí. Lo puede convertir, arrugado y todo, en una reliquia de solidaridad, digna de ser venerada para que se multiplique. Estas manos unidas por un papel de dinero son un tratado sobre la solidaridad en su sentido más profundo: el pobre da a quien no lo necesita para que llegue a quien sí lo necesita.

                Es una sencilla explicación del atrevido mensaje de la Campaña contra el Hambre de este año: “FRENAR LA DESIGUALDAD ESTÁ EN TUS MANOS”. Ciertamente, el mensaje es atrevido. Algunos dirán que ilusorio, utópico. O, peor aún, falso. Será así una vergonzosa manera de lavarse las manos, de no implicarse, de no colaborar. Porque no vamos a conseguir eliminar la desigualdad, pero sí vamos a colaborar en el intento que, durante todo el año, tienen entre manos y en obras muchas personas y muchas instituciones civiles o religiosas. Y así vamos avanzando.

                Para este niño, dar 0,007 euros a quien sabe que lo compartirá, no es ni utopía (no sabe lo que es eso), ni inútil. Confía, a quien sabe que lo usará bien, todo lo que tiene. Está frenando la desigualdad con sus propias manos. Una desigualdad, una inequidad, de la que es víctima. ¡Qué mensaje tan estimulador para las personas de buen corazón traducido en obras magníficas, aunque sencillas y humildes!

                ¡Qué importantes son las manos que comparten! ¡Imprescindibles! Aunque solo puedan compartir 0,007 euros. Esta pequeña cantidad de nuestro niño -inmensa para él-, no puede justificar nuestra posible tacañería (esos abundantes céntimos que aparecen en nuestras colectas incluso para las mejores causas, como la Campaña contra el Hambre). La Campaña contra el Hambre va dirigida y acaba en nuestras manos. Pequeñas, grandes, bellas, cuidadas, enfermas, feas… ¡qué más da!, pero llamadas a ser manos solidarias. No nos privemos de la alegría del compartir sin relumbrón ni aspavientos de solidaridad. Por eso se nos ofrece un sobre.

                ¡Qué grandes, cálidas y amorosas son las manos que se extienden y alargan para compartir! Manos que levantan, manos que bendicen, que sostienen, que se ponen al arado sin volver la vista atrás, manos que se toman, las que se entregan, las que saludan efusiva y cariñosamente, manos que abrazan, que animan, que trabajan, manos que acarician, manos fuertes para ayudar, manos débiles para ser cuidadas y robustecidas, las que enderezan y acompañan, la mano que se echa, manos que sirven y apoyan… ¡las manos del Señor!

                Estas son las manos que FRENAN LA DESIGUALDAD. Porque hay otras que no. Pero ‘hoy pasamos’ de esas que no la frenan y de las que acrecientan la desigualdad. Aunque podíamos pasar siempre ¿o no?

FRENAR LA DESIGUALDAD

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