Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Esperanza y realismo

22 de enero de 2020

Si alguien lee estos pequeños artículos ‘A pie de calle’, habrá podido observar que cito con frecuencia a nuestro Papa Francisco. Lo hago, sí, conscientemente. Primero de todo, porque sus palabras son profundas, realistas, claras, estimulantes, punzantes para la fe y para situarnos serenamente ante los problemas y esperanzas que vemos en nosotros y a nuestro alrededor. También lo hago para difundir su pensamiento y colaborar humildemente a que sea acogido y escuchado también por los que no dudan en manifestarse contra él, a veces de modo acusatorio e incluso insultante. Precisamente entre católicos.

La realidad mundial no es precisamente pacífica en lo político, lo social, el cuidado de la ‘casa común’, etc… Y entre nosotros, en España, también hay situaciones que pueden crear divisiones nada estimulantes entre autonomías, familias, vecinos… Y que nos pueden despistar de que nuestros verdaderos problemas nacionales están en la pobreza, el paro, la injusticia, la desigualdad y la inequidad, brotes de violencia… entre otros.

Todo esto nos puede llevar a pensar ‘en negro’, negativamente, sin… esperanza. Y este es el tema que quiero hoy presentar con palabras de Francisco. Palabras pronunciadas en un momento importante de su actividad pastoral: el encuentro, el pasado 9 de enero, con el Cuerpo Diplomático, con los embajadores de los países acreditados en el Estado Vaticano.

“Quisiera que esta palabra —esperanza—, que para los cristianos es una virtud fundamental, anime la mirada con la que nos adentramos en el tiempo que nos aguarda.

Ciertamente, esperar exige realismo. Requiere ser conscientes de las numerosas cuestiones que afligen nuestra época y de los desafíos que se vislumbran en el horizonte. Exige que se llame a los problemas por su nombre y que se tenga el valor de afrontarlos. Demanda no olvidar que la comunidad humana lleva los signos y las heridas de las guerras que se han producido a lo largo del tiempo, con una capacidad destructiva cada vez mayor, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles. Desgraciadamente, el año nuevo no parece estar marcado por signos alentadores, sino por una intensificación de las tensiones y la violencia”.

Es precisamente a la luz de estas circunstancias que no podemos dejar de esperar. Y esperar exige valentía. Pide tener la conciencia de que el mal, el sufrimiento y la muerte no prevalecerán y que incluso las cuestiones más complejas pueden y deben ser afrontadas y resueltas. La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”.

Me voy a limitar a recalcar diferentes aspectos de la esperanza que presenta el Papa.

  • La esperanza “para los cristianos es una virtud fundamental”. Pertenece a las tres que resumen y concretan la vida cristiana: la fe, la esperanza y el amor. Sin alguna de las tres, nuestra existencia deja de ser cristiana. porque las tres son don de Dios y respuesta nuestra. Para una persona que ha perdido la esperanza, sea cristiana o no, ni su vida ni el mundo tienen sentido y la historia tampoco. No ve nunca un horizonte positivo, una salida creadora de mejoras para él y la humanidad. No se compromete por conseguirlo, no colabora porque no cree que sea posible.
  • La esperanza es realista. Es consciente de los problemas y males que nos rodean y de los “desafíos que se vislumbran en el horizonte”. Desafíos no solamente negativos, sino también propositivos y constructivos.

Supone “afrontar los problemas” por su nombre y con valor para ir buscando y construyendo soluciones positivas.

La esperanza es consciente de “las heridas de las guerras… con una capacidad destructiva cada vez mayor”. Y que afectan “especialmente a los más pobres y a los más débiles”.

Y la constatación más seria: el nuevo año está marcado “por una intensificación de las tensiones y la violencia”. No puede ser más realista el diagnóstico.

  • Hecho este diagnóstico, la esperanza adquiere todo su valor y su necesidad. “Es precisamente a la luz de estas circunstancias que no podemos dejar de esperar. Y esperar exige valentía. Pide tener la conciencia de que el mal, el sufrimiento y la muerte no prevalecerán y que incluso las cuestiones más complejas pueden y deben ser afrontadas y resueltas. La esperanza «es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”.

Creo que nadie puede decir que estas palabras son ‘angelicales’, ‘espiritualistas’, ‘alienantes’, después de las afirmaciones anteriores y la descripción de la realidad que, en pocas palabras, ha hecho el papa Francisco. De ahí que la esperanza “exige valentía”. Y supone la convicción de que “el mal, el sufrimiento y la muerte no prevalecerán”.

Si queremos ser personas constructivas, necesitamos ser personas de esperanza. Solo la esperanza construye y anima, levanta e invita a seguir caminando hacia un mundo más justo. La esperanza cree que otro mundo es posible y trabaja por conseguirlos. La esperanza activa constituye lo mejor que todos podemos aportar a la construcción de una sociedad más fraterna. Pero este objetivo no es fácil y necesita de mucho compromiso, mucho trabajo, mucha entrega.

La esperanza se siembra, se cultiva y se vive. Así mañana mismo y 2021 nos encontrarán más animados y esperanzados. Más constructivos. Más positivos. A pesar de todo.

 

 

 

 

 

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