Cuando una sociedad pierde la esperanza, abunda la tristeza. En algún sitio he leído esta frase o muy parecida. Así la recuerdo.
Pero creo que no solo ‘abunda la tristeza’, sino que la vida comienza a no tener sentido y se abre la puerta del suicidio o del puro disfrute sin límites y sin sentido ‘de lo que hay’.
La vida sin esperanza deja de ser vida. Nos lo dice nuestra propia vida cuando las dificultades abundan o incluso nos sobrepasan y nos sometemos a ellas como si la salida no existiese. Por eso toda persona, creyente o no creyente, vive ‘en’ esperanza, no solo ‘de’ esperanza. Filósofos hay que hacen de la esperanza el núcleo de la vida humana. Y no carecen de razón.
Los cristianos (y todos los creyentes en Dios) tenemos, desde la fe, esperanza en medio de las dificultades. “Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,3-5). No es masoquismo, sino fortaleza para afrontar los reveses de la vida y darles sentido sanador y para crecer en humanidad auténtica y profunda.
Acabo ‘la introducción’ para dar paso a palabras que superan a las mías.
“Pocas cosas procuran tanta felicidad como la esperanza de que siempre es posible una vida mejor, de que ‘lo mejor está por venir’. Jesús no asusta ni utiliza el final incierto de la vida para dar miedo, y así dominar y someter. Eso lo hacen las religiones para crear gente sumisa, pasiva, resignada, manipulable, contraria al cambio. La vigilancia de Jesús, es estar “despiertos” a la vida, a la verdad, al bien, a la libertad, a la colaboración, al crecimiento en todos los órdenes, a la dicha.
Nosotros, cristianos, hallamos esta esperanza en el encuentro personal con Jesús en la oración y en los sacramentos, y en el encuentro concreto con él en los pobres, los enfermos, los que sufren y los abandonados. En Jesús descubrimos la solidaridad de Dios, que camina constantemente a nuestro lado”.(FRANCISCO. Eucaristía en Santa Marta, 5 diciembre 2017)
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“Alimentar la esperanza es una acción social, intelectual, artística y política en el sentido más alto de la palabra. Es poner las propias capacidades y recursos al servicio de bien común y sembrar futuro… No nos resignemos a pensar que la historia está marcada y no se puede hacer nada… La esperanza no es optimismo ni un vago sentimiento positivo sobre el futuro. La esperanza no es una emoción, sino una virtud y una actitud de vida que tiene que constituirse con acciones concretas”. (Ante la Primera Ministra Italiana, Giorgia Meloni. 10 enero 2023)
Son tres (fe, esperanza, caridad), ninguna puede faltar, aunque sea la más ‘pequeña’
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.
La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.
La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
La Caridad es un médico, una hermanita de los pobres,
Que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,
A los pobres del rey,
Pero mi pequeña esperanza es
la que saluda al pobre y al huérfano.
La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo de Francia.
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo eso no sería más que un cementerio.
La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.
Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.
La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril.
(Charles Péguy, La pequeña esperanza. El misterio de los Santos inocentes)