Es, sin duda, una de las mejores afirmaciones que se pueden hacer sobre una persona: que es eso: ‘una buena persona’. Es la mejor opinión de una persona sobre otra que conoce.
Buena persona es alguien que sabe disfrutar de la vida serenamente, solidariamente, no se agobia y no ve el mundo como una carga negativa. Así la definen los ‘técnicos’.[1]
La buena persona, según esos técnicos, tendría estas características, muy relacionadas con la entrega a los demás:
- Curiosidad. Las buenas personas sienten más ganas de conocer, aprender y descubrir lo que nos rodea y a ellos mismos.
- Compasión. Sienten el dolor y sufrimiento del otro y tienen tendencia a colaborar en evitarlos si está en su mano.
- Calma. Son conscientes de cómo son y se aceptan y trabajan por mejorarse y avanzar, no necesitan estar alteradas y en tensión.
- Claridad. Capacidad para distinguir bien las sensaciones, percepciones y pensamiento. Hacen buena lectura interna de cómo se encuentran
- Coraje. La buena persona tiene el valor y la decisión para acometer dificultades.
- Confianza. Dispone de esa esperanza y fuerza para que las cosas sean de determinada manera, alcanzando sus objetivos.
- Creatividad. La buena persona está abierta a lo nuevo, a inventar y cambiar.
- Conexión. Se siente en contacto y comunicación con los que le rodean, sintiéndose parte de los demás, lo que conlleva percepción de una pertenencia mutua que les trae seguridad.
¿Podemos aprender a ser buenas personas?
Claro que se puede. Sobre todo, si somos capaces de ver esas partes del yo que no nos gustan o que nos están generando problemas. Estas partes seguramente son solo algunas de nuestro yo, no todas, de tal manera que tenemos que identificarlas y centrarnos en una para vencerla. Así una tras otra.
Qué tipo de pensamientos me trae esta parte. Desde cuándo está ahí. Si me trae algún tipo de beneficio. Qué ocurre cuando esta parte está al mando de mi vida. Qué siento yo hacia esa parte de mí.
Cuanto más sepamos de ellas, más vamos a poder manejarlas, controlarlas y se irán haciendo más pequeñas y vamos a estar más conectados con quien realmente somos.
Todos conocemos a personas especiales de las que nos gusta rodearnos. Son personas que transmiten alegría, luz y que pueden actuar como guía para que nuestro tránsito por la vida sea mejor. Son esas personas a las que llamamos ‘buenas’. Este tipo de personalidad no se suele caracterizar por ser sumisa ni dócil. Tampoco intentan agradar siempre a los demás. Las buenas personas, en general, son individuos con la personalidad suficiente como para enfadarse, cuando la situación lo requiere, y para ser cariñosos y comprensivos cuando se necesita. Tienen muchas más cualidades, siempre positivas, por eso es bueno estar siempre cerca de ellas e imitarlas.
Si disponemos de un buen entorno social de apoyo, donde las personas no se juzgan entre sí y aceptamos todo lo que el otro es, es más fácil que podamos ser nosotros mismos. Si logramos esto, ya seremos mejores personas, conectando con nuestro auténtico yo. Por eso, relacionarnos con personas que nos hagan bien es tan importante para no tener que activar nuestras partes defensivas y poder así sentirnos mejor con nosotros mismos. Ahí es cuando nos damos cuenta de cómo influye el entorno y las compañías en nuestra conducta.
Existen esas buenas personas. Por supuesto que sí. Tú puedes ser una de ellas, aunque no te lo creas. Y quizás sea mejor que no te lo creas.
Mira a tu alrededor y verás qué pronto las encuentras. Te lo aseguro.
Para el cristiano todo consiste en mirar a los demás como los miraba Jesús. Hagamos la prueba.
[1] Nuria Safont. HOLA. 22 de mayo de 2023 –