Después de dos meses largos de tener la puerta de mi parroquia cerrada, hoy he vuelto a entrar en su iglesia para celebrar el Día del Señor ¡Por fin! Ha sido toda una experiencia. Emocionante, claro.
Ayudo en la Comisión de Liturgia, por lo que los preparativos han sido totalmente diferentes. Antes del Estado de Alerta, la preocupación era buscar personas para las lecturas, para llevar las ofrendas, para pasar los cepillos…. Hoy la preocupación era la higiene y la descontaminación; el no pasarse del tercio del aforo, guardar la distancia recomendada. Por supuesto, todos con mascarillas.
Antes había varias misas los domingos por lo que la del mediodía tenía una media de edad bastante alta. En la de hoy, al ser la única, esa media ha bajado ostensiblemente.
Es interesante comprobar que cuando se pide ayuda en tiempos difíciles y para cosas concretas la gente responde. Hoy había jóvenes encargados de colocar a los asistentes en los lugares señalados; otros de higienizar con el gel; incluso quienes estaban atentos a desinfectar los zapatos. Ha habido música con guitarras a falta del coro de otras celebraciones. En fin, toda una muestra de colaboración. Habrá que revisar todo, pero he salido muy contenta, en todos los sentidos y no solamente por el tema de la organización.
Era como volver a casa después de tantos días. Volver a comulgar el Cuerpo de Cristo en especies y no solo espiritualmente que, aunque a falta de otra cosa, era mantener la relación con el Abba.
Es cierto que para mí, a falta de la asistencia presencial, tanto a las Eucaristías y oraciones televisadas, como a los oficios de Semana Santa, he intensificado los momentos de oración. A ello han contribuido los diferentes grupos de Whatsapp en los que estoy integrada y en todos ha habido proliferación de propuestas para vivir con más profundidad los momentos de cercanía con el Señor.
Creemos que estos tiempos difíciles pasarán. Espero que todo lo que hemos aprendido de bueno en estas circunstancias, nos ayuden a ser mejores. A darnos cuenta de cuánto dependemos unos de otros, por muy humildes que sean los trabajos que desempeñan. Que las cosas hechas bien, sirven al bienestar de todos y que, si todos ponemos de nuestra parte, el mundo será mejor. Que la salud es un bien precioso y que la vida es ese regalo maravilloso de Dios, que como tal debemos respetar, la nuestra y la de los demás. Que los aplausos de agradecimiento de las ocho de la tarde han estado muy bien, pero ahora hay que traducirlos en obras. Por ejemplo, poniendo los medios (mascarillas y otros), para que no se vuelva a repetir lo vivido por el bien de los que han trabajado intensamente para nuestro bienestar mientras hemos estado confinados, y para evitar el dolor de tantas personas que no han podido despedir dignamente a sus seres queridos.
Que el Señor nos ayude a ser conscientes de los tiempos de COVID-19 que hemos vivido y a poner los medios para evitar que vuelva a suceder.