Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del II Domingo de Adviento (05/12/2021)
En la homilía, hoy se ha hecho hincapié en la datación histórica: en el año quince del Emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, etc., etc. Tanto interés del evangelista (Lc 3, 1-6) por fijar el momento preciso de la historia del Imperio y de Palestina en que Juan Bautista se lanzó a predicar un bautismo de conversión, me ha mosqueado. Ahora, que voy a encontrarme con Jesús, espero que me lo explique.
– El evangelista Lucas trató a Juan como si fuera el mismísimo emperador – le he dicho a modo de saludo- . ¡Vaya lujo de datos para precisar cuándo salió a predicar!
– Lucas era un cronista concienzudo, que contrastaba sus fuentes y precisaba todo lo que contó en su evangelio y en el libro de los Hechos de los Apóstoles – me ha respondido mientras hacía un guiño al camarero para que nos pusiera los cafés- . Si lo dice así, puedes fiarte de él.
– De Lucas me fío a pies juntillas – he contraatacado al tiempo que tomábamos asiento- . Lo que me sorprende es su interés por precisar el momento en el que Juan se lanzó al desierto como si fuera un acontecimiento histórico de primera magnitud.
– No sé por qué te sorprendes – me ha dicho mirándome fijamente- . ¿Es que piensas que mi venida a este mundo, con un cuerpo de carne y hueso como el vuestro, que es lo que en definitiva Juan preludiaba, no es un verdadero acontecimiento?
He diluido el azucarillo en la taza de café, al tiempo que caía en la cuenta de que, con mi comentario, había empezado a patinar.
– ¿Todavía no comprendes que mi encarnación no fue un mito, sino un verdadero hecho histórico? Y, si es un hecho histórico, no estará de más fijar la fecha en que ocurrió, digo yo – ha añadido sin acritud y con gesto complaciente- .
– ¡Es verdad! – he reconocido, consciente de mi impertinencia. He tomado un sorbo de café esperando que se rebajase la tensión, y he murmurado entre dientes: ¡perdona!- .
– No hace falta que te disculpes. Estoy acostumbrado a que algunos crean que el Padre no interviene en vuestra historia. Pero, ¿el que os dio el regalo de la vida, no podrá daros otros regalos sin pediros permiso? – ha dicho pacientemente mientras iba sorbiendo su café- .
– Tienes razón. Muchas veces consentimos la tentación de olvidar que lo sobrenatural existe. Recordarás, sin duda, el empeño de Ernest Renan por reescribir tu vida, conservando lo que consideraba sublime, pero eliminando lo sobrenatural. En algunos momentos se aproximó al ridículo tratando de explicar los milagros por causas naturales. Esto ocurría a mediados del siglo XIX, pero con el desarrollo de la técnica ha crecido la tendencia…
– Y sin embargo no siempre lográis controlar y conservar la naturaleza con la ciencia – me ha recordado con un gesto apenado- . Si os decidierais a compaginarla con un poco de fe en el amor que el Padre os tiene, saldríais ganando.
– El premio Spinoza, el astrónomo alemán Heino Falkce, ha reconocido en una entrevista que la ciencia sola no es capaz de explicar el universo ni las grandes preguntas sobre la vida: “Hay un principio y un final para tu vida y para nuestro mundo. Ahí acaba la ciencia y empieza la fe”.
– ¿Lo ves? Juan salió a clamar en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… Y todos verán la salvación de Dios» Tal anuncio, ¿no merecía ser datado y recordado con pelos y señales? – me ha dicho dejando sobre la mesa el importe de los cafés- .