Opinión

David López

Hacia una Iglesia Sinodal

El Sínodo, «Una nueva forma de ser Iglesia»

14 de enero de 2025

Fue el hermano Alois, segundo prior de la comunidad de Taizé, quien afirmó que el proceso sinodal «nos está llevando a una nueva forma de ser Iglesia». Lo hizo como “invitado especial” en el Sínodo, un evento que calificó como «una profunda experiencia de comunión», citando una expresión que le confió un pastor reformado presente en el aula. Son palabras elocuentes que manifiestan cómo la asamblea sinodal estuvo ciertamente «abierta a todos los cristianos y al mundo». En este sentido, el hermano Alois evocó la vigilia ecuménica celebrada en la Plaza de San Pedro el 30 de septiembre en presencia de representantes de diferentes Iglesias y comunidades cristianas: «es una imagen -dijo- de lo que estamos viviendo actualmente en el ecumenismo, es un kairós, una apertura, un momento que nos permite avanzar en el ecumenismo espiritual» habida cuenta de que «todos estamos bautizados en Cristo» y «formamos parte de un solo cuerpo». Traigo estas citas a las puertas de la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos porque siempre me ha parecido una especie de simulacro que debería causarnos cierto sonrojo. Desde mi experiencia en Taizé, en 1998, creo firmemente en la consecución de ese sueño en el que casi nadie parece creer y que nos deja ciertamente mal a los ojos de quienes nos miran desde afuera.

El cardenal Timothy Peter Joseph Radcliffe, asistente espiritual del Sínodo, dijo del documento final: «El desafío de este documento es cómo podemos estar juntos de diferentes maneras, y esto será más claro a través de imágenes que de declaraciones». El padre Radcliffe señaló que ésta es la manera de leer el Documento final del Sínodo, buscando nuevas formas de ser Iglesia, que nos permitan estar en comunión «unos con otros y con Cristo». ¿Hay de verdad una apuesta seria por cruzar esa línea que va de las palabras grandilocuentes a los hechos? ¿Qué gestos o “imágenes” habrá que proyectar para comunicar una voluntad real de unidad sin caer en lo manido?

Desde hace unos años, hay que reconocer que algo se ha avanzado. Aunque, como apuntaba Antoni Matabosch en la revista Albertus Magnus, los grandes logros han llegado de la mano de nuevas dificultades: «Las iglesias históricas se han debilitado en miembros y vigor. Se nota una vuelta a una nueva confesionalidad, a un enclaustrarse para no desaparecer, en detrimento a la apertura que significa el ecumenismo. Casos muy poco ejemplares (abusos a menores, etc.) han afectado la credibilidad. El creciente laicismo pretende arrinconar o suprimir a las iglesias. Algunos nuevos movimientos, como los pentecostales, se están extendiendo rápidamente por todo el mundo y predican con frecuencia el “Evangelio de la prosperidad”, como si Dios hubiera prometido riqueza, salud y felicidad a los creyentes (Brown, 2011)». Sin duda, el panorama no es alentador. No obstante, el camino emprendido por el Sínodo ha de servirnos como nuevo y esperanzador acicate para emplear nuevas formas que comuniquen un cambio real hacia el sueño de Dios expresado en el Evangelio de Juan y que, no olvidemos, tiene un único objetivo: «que el mundo crea».

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