Opinión

Raúl Gavín

El prójimo próximo

31 de enero de 2019

En la célebre obra satírica “Cartas del diablo a su sobrino”, del autor británico C.S. Lewis, Escrutopo, el viejo diablo malvado e insaciable, redacta una carta a su sobrino Orugario, un demonio inexperto, en la que le advierte que el alma de su paciente (su víctima) va a tener malicia y benevolencia al mismo tiempo, y que lo mejor es dirigir la malicia hacia las personas cercanas, y la benevolencia hacia las personas lejanas que no conoce. De esta manera, la malicia se transformará en “real” y la benevolencia en imaginaria.

Es decir, el veterano diablo considera que, para devorar a su víctima, lo propicio es que ésta dirija sus buenas acciones hacia los más alejados y vuelque su maldad con los más cercanos.

Me impresiona la sorprendente actualidad de esta reflexión e intuyo que todos estamos siendo devorados fácilmente por Orugario que triunfa en estos tiempos siguiendo devotamente los consejos de su tío.

¿Quién no se muestra sensible y caritativo con los inmigrantes que aparecen en televisión, con los habitantes de los países africanos que sufren hambruna o con los niños que padecen en América Latina y El Caribe?

Sin embargo ¿Quién no ha murmurado en las pasadas fiestas navideñas al pensar en alguna de las comidas familiares propias de estos días? Acercarnos por unas horas a nuestros familiares puede provocarnos mal humor, irritabilidad y escasa tolerancia. Y, todo ello, es caldo propicio para acentuar conflictos familiares preexistentes o, lo que es peor, ¡generar nuevos!

Circula por las redes sociales una conocida pregunta que resume este sentir ¿La Navidad, bien o en familia?

Es verdad que todo ser humano es nuestro prójimo, pero más que ningún otro, nuestro prójimo es nuestro próximo, el más allegado, el más cercano familiar, el amigo, el vecino o el compañero de trabajo.

Nuestra malicia tiende a volcarse con los más cercanos. Así ocurre al marido con la mujer, al hermano con la hermana o a la nuera con la suegra.

En ocasiones, me he topado con gente que no conocía personalmente y que me han preguntado si yo era el padre de tal o cual hijo. Seguidamente, se han deshecho en elogios hacia ellos ¡es tan servicial! ¡está pendiente de todos! ¡lo que le pones en la mesa, se lo come! ¡es muy educado! Misteriosamente, en casa, con los más cercanos, su comportamiento no era precisamente para ser ensalzado. También es este un caso típico es el que, una vez más, Orugario se suele salir con la suya.

En las relaciones personales nos cuesta sobrellevar los defectos de nuestro prójimo, del que tenemos más a mano. Sin embargo, es esa nuestra misión según nuestra naturaleza. Sería ridículo proponerse soportar las debilidades de quien está alejado o de quien ni siquiera conoces.

Santa Teresita de Liseux fue proclamada Patrona de todas las Misiones católicas del mundo. No salió de su país ni de su convento, pero ofreció su vida por la santificación de los sacerdotes y la conversión de los que aún no aman a Cristo como hay que amarlo.

Sin embargo, era consciente que su prójimo era el más próximo; en su caso, sus hermanas del convento. Así, nos cuenta cómo sentía una gran antipatía natural exagerada hacia una hermana que tenía el don de desagradarle en todo. Para no dejarse llevar por sus sentimientos, se valió de un medio ingenioso durante muchos meses, hasta conseguir una victoria completa: rezaba por ella, le prestaba cuantos servicios podía y cuando se veía tentada a contestarle bruscamente, le dirigía su más amable sonrisa. Teresa del niño Jesús decía después: “He comprendido que la verdadera caridad consiste en soportar los defectos del prójimo, en no extrañarse de sus debilidades”. Me divierte imaginar la cara de rabia de Orugario ante semejante atrevimiento por parte de esta gran santa.

La vida nos ha puesto a nuestro lado a personas concretas, con nombres y apellidos, que viven en nuestra casa, trabajan junto a nosotros o estudian en el mismo colegio. Nada sucede por casualidad. Quienes encontramos en nuestro camino no son fruto del azar. Hacia ellos principalmente somos llamados a volcar nuestro servicio y afecto sincero. Esta será la raíz a partir de la cual podrá crecer un alto árbol cuyas ramas expandirán este mismo amor a otras personas hasta los confines del mundo.

 

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