… ni a la Iglesia. Y no pide nada ni a Dios, ni a la Iglesia. “Reflexionemos, ¡cuántas personas ya no tienen hambre y sed de Dios… Muchos en Europa piensan que la fe es algo ya visto, que pertenece al pasado”[1]. Dios es ‘cosa’ de otros tiempos infantiles y subdesarrollados. La Iglesia, un gran invento para vivir bien unos cuantos y un subterráneo de pecadores, dominadores de conciencias y pederastas. ¡Vaya futuro el que nos espera!
Bueno… Otra parte del mundo, sobre todo de tradición cristiana, ni se preocupa ni menciona estos temas. Es la indiferencia casi total. Viven bien. Trabajan, si hay suerte. Tienen sus problemas que sí les preocupan. Bailan a gusto. Consumen sin control. La moda los absorbe por muy cutre y ‘halloween’ que sea. Y son ‘felices’ de poca felicidad. ¿Seguimos pintando en negro? Ni es mi intención, ni el mundo es tan negro.
Reflexionar, sí, y sobre nosotros mismos: ¿necesitamos a Dios? ¿Y para qué? ¿Qué espacio ocupa Dios en mi corazón, en mi alma, en mi mente, en todo mi ser, como nos dice Jesús? “¿sentimos afecto y compasión por quienes no han tenido o quizá han perdido la alegría de encontrar a Jesús? ¿Estamos tranquilos porque, después de todo, no nos falta de nada para vivir, o inquietos al ver a tantos hermanos y hermanas lejos de la alegría de Jesús?” (Francisco)
De ahí que teólogos y pastoralistas de hoy proclaman que muchos cristianos ‘practicantes’ no reflexionamos bien si pensamos que esta superficialidad y desinterés no se da entre nosotros. Pero, esta actitud puede estar penetrando en los corazones de los que nos llamamos creyentes: que Dios no es el único señor de nuestra vida, ni siquiera el más importante. Tenemos, quizás, otros ‘dioses’ con más fuerza. Incluso la Iglesia cuando la ‘endiosamos’ y dedicamos más fuerzas a defenderla que a convertirla y convertimos al Reino de Dios. La misión de la Iglesia no es ella, es el anuncio del Jesús y su Evangelio sanante y liberador, el Reino de Dios.
Los jóvenes católicos nos dicen: “Vivimos en una sociedad dormida, aletargada, incluida la Iglesia. Muchos jóvenes, por desgracia, se han encontrado con esa Iglesia dormida, una Iglesia que no atrae, una Iglesia que ‘solo’ dice cosas… Por mucho que queramos ‘maquillar’ la situación actual, esa es la imagen que los jóvenes perciben”[2]. En una sociedad dormida, una Iglesia dormida que dice ‘cosas’. ¿Duro? ¿Exagerado? ¿O quizás, estimulante?
Se puede vivir sin Dios y sin necesidad de Dios. Es un hecho evidente. Ahí está. El mundo no necesita a Dios. Pensar otra cosa es pensar que los creyentes -los cristianos- somos mejores. Y los que no creen en Dios piensan que los creyentes somos infantiles, que no aceptamos la mayoría de edad del ser humano. y con esta contraposición no avanzamos nada de nada.
Los creyentes sabemos que Dios no es necesario. Necesario es comer, dormir, trabajar, cuidarse, etc… Si no lo hacemos, nos morimos. Por no creer en Dios nadie se muere. Porque Dios es gratuito. Él se da gratuitamente por amor. Y la fe lo acepta gratuitamente. Y, entonces, la Vida del creyente cambia desde su raíz. Porque Dios no es superfluo, no es inútil.
Es cierto, pues, que el ser humano no necesita A Dios. Solamente no necesitándolo, su puede llegar a la fe. Pero los cristianos creemos que el ser humano sí necesita DE Dios. Es una ‘necesidad gratuita’. Bello oxímoron. Necesidad que nos lleva a vivir con sentido pleno y trascendente. Gratuito porque Dios se da a quien quiere acogerlo. No se impone de ningún modo.
Por eso a un mundo que no necesita a Dios, estamos llamados a ofrecerle gratuitamente a ese Dios que dice que no necesita. Y aquí entra la misión cristiana: “Id y anunciad”.
“Los habitantes de Jerusalén, encerrados en el interés por sus propios asuntos, habían perdido el sabor de la gratuidad. También puede ser nuestro problema: focalizarnos en las diversas posiciones que hay en la Iglesia, en los debates, agendas y estrategias, y perder de vista el verdadero programa, el del Evangelio: el impulso de la caridad y el ardor de la gratuidad. El camino para salir de los problemas y de las cerrazones es siempre el camino del don gratuito. No hay otro. Reflexionemos sobre esto”. (Francisco)
“Porque Dios se ve en los rostros y en los gestos de hombres y mujeres transformados por su presencia. Y si los cristianos, más que irradiar la alegría contagiosa del Evangelio, vuelven a proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas, la gente no ve al Buen Pastor… No ve a Aquel… que tiene una sola pasión: el hombre. Este amor divino, misericordioso y sorprendente es la novedad permanente del Evangelio. Y exige de nosotros, queridos hermanos, decisiones sabias y audaces, hechas en nombre de la ternura loca con la que Cristo nos ha salvado. No nos pide demostrar, nos pide mostrar a Dios”. (Francisco)
Por tanto, “sacudíos la modorra, como es razón, y dejad de pecar. Ignorancia de Dios es lo que algunos tienen; os lo digo para vuestra vergüenza” (1 Cor 15,34)[3]. “Es de esperar que retornéis al buen camino y no sigáis pecando; pues, para vergüenza vuestra, tengo que deciros que algunos de vosotros desconocen a Dios” (1 Cor 15,34)[4].
[1] FRANCISCO. Homilía al CONSEJO DE CONFERENCIAS EPISCOPALES DE EUROPA. 23 sept 2021. Todos los textos de Francisco son de esta homilía.
[2] Mónica Marín. 27 años. Ecclesia, N° 4094. 23 oct 21. Pág. 35.
[3] Traducción NUEVA BIBLIA ESPAÑOLA
[4] Traducción LA BIBLIA INTERCONFESIONAL