Opinión

Juanjo Hernández

Hacia una Iglesia Sinodal

El gran desafío: comunicación y Evangelio

25 de febrero de 2025

Bajo este título, el Centro Berit de formación teológica para seglares, me pidió intervenir en una mesa redonda. Me acompañaban otros colegas periodistas como David López, responsable de la Oficina de Información de las diócesis aragonesas y Gustavo Villarrubia, que actuaba de moderador.

Estos momentos suponen para mí un espacio riquísimo de aprendizaje. Ciertamente, la comunicación ha alcanzado prestigio en los últimos años. Cada vez son más las personas convencidas de que es un área fundamental en cualquier actividad. No termina de saberse ni de existir lo que no se comunica. Sin embargo, precisamente por esta responsabilidad, los profesionales de la comunicación tenemos que ser especialmente humildes. Es un fenómeno de máxima complejidad que exige reflexiones sutiles, abiertas, serenas, formadas y, sobre todo, en permanente diálogo con otras miradas.

Evangelizar es comunicar. No se comunica lo que no se vive y el reto es evangelizar para vivir el mensaje del Evangelio. Solo los que lo vivan lo trasladarán con eficacia. Es tan obvio como profundo. Así es, así será y así ha sido siempre. Me atrevo, por tanto, a señalar que el objetivo fundamental de cualquier diócesis es confeccionar un itinerario de pre-anuncio orientado a toda la población, sin reservas. Para ello, será esencial una escuela de acompañantes que capaciten a agentes de pastoral, en un primer momento y a personas alejadas, en un segundo y definitivo. Considero que el itinerario de pre-anuncio se hace imprescindible. En nuestra sociedad ya hace mucho que no se entienden conceptos como Señor, Salvación o Reino, no se sabe lo que se siente realmente cuando hablamos de alegría o tristeza y no hay consciencias de qué se anhela y cuál puede ser la mejor versión de cada uno. Creo sinceramente que solo de esta manera, evitaremos una ideologización en la Evangelización (desde posturas progresistas hacia el activismo; o desde posturas conservadoras, hacia el proselitismo).

Hoy, estamos rodeados de sed de esperanza; sobre todo, de Esperanza. Hace decenios que la Iglesia ha perdido credibilidad e influencia social. Esto es un hecho. Antes, los sedientos se encontraban con falta de referencias. Hoy, con exceso de falsas referencias entre miles de pantallas, influencies y coaches. Mañana, con cuadros severos y generalizados de vacío y soledad no deseada.

El empeño de la Iglesia actual, por tanto, se hace urgente y estratégico. Exige una profesionalización de estos itinerarios que aseguren, con laicos formados y que atiendan en exclusiva esta empresa, su consistencia y permanencia para que, finalmente, desemboquen en procesos de vivencia de la fe en pequeñas comunidades.   Creo en profundidad que solo de esta manera, gradual y procesualmente, podrán gestarse testimonios y acontecimientos que podrán ser transmitidos a través de los medios que cada momento vaya priorizado: medios de comunicación convencionales, redes sociales, cartelerías, agentes de comunicación en parroquias y comunidades de base… Solo de esta manera aseguraremos que la transmisión de los mensajes (y esenciales son los del Evangelio) tengan calado, puedan ser vivenciales y por tanto puedan dar fruto.

 

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