No es una provocación. Ni una exageración. Ni una ofensa, ni cosa parecida. A algunos quizás les pueda parecer algo así. Sí llama la atención (al menos a mí) por su fuerza provocativamente positiva y por la gran verdad que encierra.
Es una frase del filósofo cristiano, Charles Péguy (1873-1914), al que ya cité en mi colaboración del 24 de agosto.
El cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio Vaticano para la Cultura y la Educación, lo comenta así: “Cuando Dios no muerde, es porque el discurso religioso se vuelve ideológico, ya no toca la vida como es, no inspira ni recrea. No crea cultura”.[1]
Una ideología es un “Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.” (Diccionario de la RAE). Son ideas, concepciones de la vida que preceden a la percepción de la realidad. Interpretan la realidad según la ideología de la persona, del grupo o del ambiente social.
La fe cristiana no es una ideología. Es una persona que actúa, que reacciona desde el amor ante las personas y situaciones que se le presentan, con las que se encuentra. La fe cristiana es Jesús. Su vida no se rige por ideas preconcebidas y separadas de la vida. El amor al Padre y a los seres humanos es su criterio de actuación en el mundo. No echa mano de ideología, sino que responde desde el amor ante las situaciones de las personas.
Jesús lleva a las personas ‘más allá’, no se conforma con repetir lo ya sabido y asimilado por una sociedad o una religión establecida que no pide ni soporta cambios. Él ha venido a “dar plenitud” (Mt 5,17), a ir ‘más allá’. “Habéis oído que se dijo… Pero yo os digo” (Mt 5,21-22.27-28.31-32.33.34.38-39.43-44). “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?… ¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,60.67). Y le dice a Pedro cuando quiere apartar a Jesús de su camino: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! (Mc 8,33). Y los discípulos, por la misma razón del anuncio de su muerte, “no entendían lo que decía y les daba miedo preguntarle” (Mc 9,32). También el ‘diente de Jesús muerde’. Por eso acabó en la cruz.
El Evangelio de Jesús es una mordida permanente cuando nos situamos ante él sin ideologías religiosas de ninguna clase. Porque Jesús ‘toca la vida’ tal como es para llevarla a metas más altas y más libres. También más altas y más libres en la vida del cristiano que no se conforma con la inexactitud interesada del ‘siempre se ha hecho así’.
La actitud y el modo de actuar de este Jesús “que muerde”, y el modo de acercarnos a él para que nos estimule dejándonos ‘morder’ por su palabra y su vida, nos liberará de caer en ideologías cristianas que sacralizan ciertas etapas de la Iglesia -acertadas o aceptadas en su momento- o ciertos temas, especialmente de tipo moral, que se convierten en centrales e intangibles. Olvidando que la fe cristiana no es una ‘moral al uso’, sino un modo de vivir tras las huellas y actitudes de Jesús.
Sin embargo, una buena parte del mundo que nos contempla, piensa que la Iglesia se rige y predica una ideología trasnochada y obsesiva con ciertos temas fijos, como todo lo referido al sexo. Y, aunque no es verdad, a veces hemos dado o damos esa impresión. Y, sobre todo, quiere seguir fomentando esa idea una cierta ideología a la que sirven determinados medios de comunicación. De quienes hemos de aceptar humildemente lo que haya de verdad en su crítica por muy ideologizada que sea.
Reflexionar sobre si nuestra vida cristiana es ideológica o intenta ser evangélica, es una opción imprescindible, una necesidad de siempre y, por tanto, también en este tiempo o especialmente en este tiempo porque es el nuestro y, además, cambia de modo acelerado.
Esta reflexión que pretendetocar la vida como es, examinada desde la persona y opciones de Jesús, sí será inspiradora o podrá serlo y podrá recrear o seguir recreando un modo de ser cristiano en y para el mundo de hoy. Un modo de ser Iglesia que se inspire y actualice el ‘más allá’ que es Jesús. Así podrá ‘crear cultura´ que, aunque no sea abiertamente cristiana, transmitirá propuestas inspiradas en la fe cristiana. Sin tener que decirlo. Porque esas propuestas valen por sí mismas y, por su valor intrínseco, echan raíces profundas en la sociedad.
La ´mordida´ de la Iglesia y del cristiano, así hemos de entenderlo, no es una mordida violenta, ni para exigir derechos que no nos corresponden o para condenar siempre, o casi, al mundo que nos rodea. Ni una ´mordida´ que sea incapaz de ver lo mucho que el Espíritu de Dios hace fuera del recinto de la Iglesia. El mundo es el campo en el que Dios trabaja, está presente y produce mucho fruto.
Uno de los grandes errores de algún sector de la Iglesia es convertir la fe en ideología con la que intenta ´defenderse´ del mal del mundo o del mundo que es malo en sí mismo, olvidando que es criatura de Dios.
En nuestra España y en el mundo de hoy, indiferente, postcristiano o descristianizado, la fe del cristiano y su anuncio y testimonio exige una actualización muy profunda. Y un paso urgente e imprescindible es pasar de una fe ideologizada a una adhesión profunda a la persona de Jesús, a su Evangelio para seguir siendo sal de la tierra y luz del mundo en una Iglesia renovada y ´mordiente´ por su testimonio. Porque llevamos entre manos una buena e impresionante noticia.
[1] VIDA NUEVA. 1-7 oct 2022. Nº 3287. 13.