Creo que hoy es indispensable escribir sobre el COVID-19 a pesar de que muchos (como yo), estemos hasta la coronilla de tanto oír hablar de este bichito tan pequeño pero que tanto daño está haciendo.
Los informativos están prácticamente y casi exclusivamente con las noticias del coronavirus. Cualquier emisión de radio o televisión están sujetas a que se anuncie la oportuna rueda de prensa o comparecencia del Presidente, de uno o más ministros o de cualquier responsable de departamento.
No discuto que el asunto es grave, pero creo que deberían moderar las noticias, porque a veces son contradictorias y no facilitan la tranquilidad de muchas personas. Y no digamos las que se interpretan mal. Es el caso de una amiga muy querida que me llamó muy asustada y me dijo que “en Alemania se están llevando los muertos a camionadas”. No se si a ustedes, pero a mi me vino a la mente las imágenes del Holocausto con los cuerpos de los judíos amontonados en fosas comunes.
Además de las noticias, me están llegando al móvil cantidad de videos que informan de lo mismo, pero también algunos que le ponen el contrapunto. Por ejemplo: el virus del hambre mata cada día a 8.500 niños y niñas y la vacuna existe. Se llama comida. El año pasado se registraron en España 277 mil casos de cáncer. Muchos de ellos morirán en poco tiempo. El año pasado en España murieron casi 700 personas en accidente laboral y varios miles resultaron heridos. En 2019 seis mil españoles murieron de gripe tan común como el sarampión que mata todos los años a miles de personas en África. En 2018 más de 40 mil personas murieron en España por la contaminación ambiental ¿Y nos preocupa y asusta el coronavirus? Lo dicho más arriba: el asunto es grave, pero hay situaciones en el mundo mucho más graves que el coronavirus, como son la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, niños víctimas de trabajos forzados, refugiados que, huyendo de la guerra, viven en condiciones infrahumanas. Pensemos en las fotos que nos llegan de los refugiados que huyen de siria y a quienes despachan de Turquía y no admiten en Grecia. Están en tierra de nadie, hacinados, sin lo básico para sobrevivir. Pero nadie habla de ellas. Y así tantos y tantos casos más, tanto en nuestro primer mundo como en el llamado tercer mundo. ¿Por qué?
También el Whathsapp está que hecha humo con comunicados, recomendaciones, noticias y bulos, vídeos con canciones y jotas, otros con oraciones y novenas; y todo para aliviar la reclusión y, en muchos casos, la inactividad a la que estamos sometidos. Y todo repetido tantas veces como grupos se tienen además de los particulares que se sienten obligados a compartirlo todo. Bienvenidos sean todos estos actos nacidos de la generosidad y la solidaridad de tantas y tantas personas buenas, que quieren aliviar los momentos difíciles por los que estamos pasando.
Otra cosa son los espabilados que quieren sacar tajada de la situación, como esa empresa que iba a subastar ¿al mejor postor? mil mascarillas. Eso es enriquecerse con el dolor y la indefensión de otros. Seguro que casos como este son los menos.
Me gustaría que además de publicar la cantidad de muertos, unos de coronavirus, otros con coronavirus, que no es lo mismo, se publicara también el número de personas dadas de alta porque se han recuperado. Quizá de este modo la gente no tendría tanto miedo, a pesar de estar recluidos en casa. Pero se nos ha puesto el miedo en el cuerpo y nos va acostar mucho quitarlo de nuestra mente. En esto tienen mucha responsabilidad los que se encargan de dar las noticias, ya sean políticos como medios de comunicación y particulares, que también los hay a quienes el Papa llama profetas de desastres.
Es curioso el miedo que tenemos a la muerte. Nadie queremos morir y sin embargo, todos vamos a pasar por ese trance. Tan seguro como que estamos vivos. Para los cristianos no debería asustarnos, ya que sabemos, porque el mismo Jesús nos lo ha dicho, que tenemos estancias preparadas a su lado. Bienvenida sea cuando llegue la hermana muerte.
Aún con todo esto, no quiero terminar sin agradecer a todos los que están trabajando para hacernos la vida más fácil. No quiero nombrar a ninguno, pues seguro que me dejaría alguien y no quiero porque sería injusto. Solo decir que nunca como ahora hemos valorado el trabajo de tantos profesionales.
Ojalá sirva esto para darnos cuenta de cuánto nos necesitamos unos a otros.