Opinión

Pedro Escartín

Dios no es solitario. Un café con Jesús

29 de mayo de 2021

Flash sobre el Evangelio del Domingo de la Santísima Trinidad (30/05/2021)

Nunca me ha sido fácil celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad, que hoy nos presenta la Iglesia. A pesar de que el cura ha hecho lo que ha podido para desvelarnos el misterio de un solo Dios en tres Personas distintas, me ha quedado la sensación de una cierta sequedad espiritual; no sé, pero encuentro más jugosos otros misterios. Ahora se lo confieso a Jesús, y a ver qué me dice…

– No hace falta que me preguntes -me ha dicho al encontrarnos-; ya veo la perplejidad reflejada en tu cara.

– No se te escapa nada -he respondido mirando a la barra con un gesto que el camarero enseguida ha entendido-. Pues, sí; estoy perplejo porque, si Homero consideraba “indecoroso que un Dios inmortal se tomara públicamente tanto interés por los mortales”, yo agradezco de corazón tanta benevolencia hacia nosotros, pero confieso que me resultan complicadas esas expresiones del Credo largo, ese que casi nunca recitamos, que te proclaman como “Luz de Luz”, “nacido antes de todos los siglos”, “engendrado no creado”, y al Espíritu como “dador de vida” y “que procede del Padre y del Hijo…”

– No te quedes en la cáscara de esas palabras, que mis buenos cristianos de los primeros siglos utilizaron para precisar el misterio; busca el meollo envuelto con ellas.

– Y, ¿cuál es el meollo? -he musitado tomando un sorbo del café que ya nos habían servido-.

– Pues el que han vivido y siguen viviendo, contra viento y marea, muchos cristianos sinceros de todos los tiempos. El meollo es que “el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra”, como dijo Moisés; o sea, que no hay lugar para los ídolos, aunque resulten tentadores; que, por lo tanto, “sólo Dios basta”, como recordaba “mi” Teresa a sus monjas; que estáis hechos para Dios y vuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él, como descubrió Agustín de Hipona cuando dejó de buscar el aplauso de los sabios del foro y se decidió a seguirme…; que mi Espíritu os acompaña siempre y os anima a llamar a Dios “papá” (¡abba! en arameo), con la ingenuidad de un niño y con la confianza con la que yo hablo con el Padre.

– Sí; todo eso lo entiendo y trato de vivirlo -he reaccionado intentando defenderme-. Dios es Dios y sólo Él basta. Pero unas veces se le dice Padre; aquí estás tú, el Hijo, enviado por Él; y, por si fuera poco, aparece el Espíritu como una tercera divinidad, del se dice que es “Señor” y “dador de vida”. ¿Con cuál de los tres me quedo?

– Pues con los tres; y no es tan difícil de entender. ¿Sabes que allá por el año 638 los obispos del VI Concilio de Toledo quisieron hacer comprensible esta Trinidad a la gente de su tiempo? Entonces, con la ayuda del Espíritu, acuñaron una afirmación muy acertada: “Dios es uno solo, pero no solitario”. Yo os he dado a conocer la naturaleza de la divinidad como la de una familia profundamente compenetrada, en la que el “padre” se derrama y se complace en el “hijo”, que vive-para-su-padre; y entre ambos circula constantemente el amor hecho “espíritu” que da vida y convence de que lo único necesario es amarse. No somos tres dioses, porque Dios es solamente uno, como proclamó Moisés, pero sí tres personas “de la misma naturaleza”, en las que vosotros podéis reflejaros. Por eso, envié a mis discípulos a bautizaros “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

– ¿De modo que no somos buenos discípulos tuyos si no reflejamos en nuestras relaciones diarias la comunión que tenéis en la Trinidad?

– ¡Has acertado! Y ya que el Padre me envió para que tengáis vida, deja que hoy invite yo.

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