Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

¿ De qué lado?

23 de febrero de 2022

Del herido, sin duda. De la víctima.

¿Y si tuvo él la culpa? Del lado del herido, de la víctima.

No sabes ni quién es, ni si es de fiar. Es el herido, la víctima.

Pues los otros dos, muy clérigos ellos, no se detuvieron. Es que iban a lo suyo. Al culto. A que su organización funcionara. El herido -quién sabe lo que habrá hecho- es un estorbo en su trajín cultual.

Nos lo cuenta Jesús (Lc 10,30-37), libre de sospechas para los que creemos en él. Él estaba del lado del herido, de la víctima. También se puso del lado de Lázaro, no del victimario por omisión, al que no le puso nombre, solo era un hombre rico. A la víctima, sí: Lázaro, que significa Dios ayuda (Lc. 16-19-31).

Toda víctima, todo herido es para la Iglesia “un terreno sagrado”[1]. Y para todo cristiano y toda persona de humano criterio. Es una persona maltratada y despojada de su dignidad. Víctima herida, incluso aunque no fuera inocente. Aspecto a no tener en cuenta en esta situación. Sobresale ser víctima. Y, para los cristianos, es, además y siempre, “templo-santuario de Dios, templo-santuario del Espíritu Santo” (1 Cor 3,16; 6,19). Y lo que hicisteis o no hicisteis “con uno de estos, mis hermanos más pequeños”, conmigo lo hicisteis o no lo hicisteis (cfr. Mt 25,31.46).

Las víctimas, los heridos existen en la Iglesia, fuera de la Iglesia, en todo lugar. Además, terrible cuestión, la Iglesia, cristianos de todo rango y misión, creamos y hacemos víctimas, herimos a personas. Heridas de abuso sexual, de poder, de conciencia. Heridas que, muchas veces, son delito. Son abusos, delitos, en la Iglesia, no de la Iglesia (como si fuera una organización abusadora por naturaleza). Y engendran en todos los cristianos dolor, tristeza, decepción y vergüenza y nos afectan, nos duelen y nos traspasan el alma.

No podemos gloriarnos de que acogemos y estamos al lado de muchas víctimas y de heridos, si no acogemos con la misma fuerza o más a los heridos por los propios cristianos. Y si, además, no reconocemos nuestra culpa y responsabilidad, nuestro pecado. Haciéndolo en primer lugar con las propias víctimas (“la justicia, la misericordia y la fidelidad”), sin olvidar a las víctimas de otros (Cfr. Mt 23,23). Nunca echando balones fuera o exhibiendo la excusa inútil, contraproducente y vergonzosa de que fuera ‘hay más’. ‘Solo somos un ridículo tanto por ciento’, dicen algunos. Será ‘un ridículo’ tanto por ciento ‘matemático’, que no quita ni un mínimo de gravedad moral ni de infidelidad a la misión que ha recibido la Iglesia, cada cristiano. Aunque fuera solamente una la víctima, un solo delito. Un solo caso es una monstruosidad, un atentado contra toda la humanidad.

Aceptar los delitos cometidos en la Iglesia. Y dejarnos ayudar. Agradeciendo a los que, desde los medios, desde la política o desde organizaciones varias, quieren ayudar a la Iglesia. Aunque las razones y los intereses de otros que, según ellos, ‘quieren ayudar’ no estén muy claros, no sean inocentes, o busquen sus propios beneficios o intereses,obtener réditos políticos o el descrédito de la Iglesia. Pudiera ser que no busquen tanto los beneficios de las víctimas, que pueden ser convertidas, así, en doblemente víctimas: de los que lo hicieron y de los que decimos defenderlos.

“Siempre he dicho que en esto de los abusos hay que agradecer la labor de los medios porque, si no hubiera sido por ellos, seguramente muchas víctimas continuarían ninguneadas y seguiríamos mirando para otro lado. Sin embargo, no soy tan ingenuo como para no darme cuenta de la agenda cristiano-fóbica que manejan algunas líneas editoriales. No niego que haya gente frotándose las manos, queriendo hacer leña del árbol caído, viendo una oportunidad para descargar un rancio resentimiento contra la Iglesia. Cabría preguntar a muchos de estos medios (y políticos) si lo que de verdad les importa es el dolor de las víctimas y detener el drama de los abusos, vengan de donde vengan, o solo el morbo y el descrédito”.[2] Copio esta frase porque viene de una persona que lleva muchos años trabajando con las víctimas, acogiéndolas y defendiéndolas, reflexionando sobre el tema y exponiendo sin tapujos ni medias tintas la responsabilidad de la Iglesia.

La posible insinceridad de estas acciones, no nos liberan de escucharlas, de agradecer muchas de ellas y de reconocer, con el Cardenal Ricardo Blázquez, que ‘todos hemos llegado tarde’. Nos toca ir hasta el final, que comienza por aceptar nuestra responsabilidad, emprender un camino de conversión, investigar lo sucedido sin excusas, respetando siempre la presunción de inocencia, y reparar todo el mal hecho. Para que la Iglesia sea esa comunidad de santos y pecadores que siempre acoge a toda víctima: las propias y las de fuera. y en la que abunde más la misericordia, la acogida y la ternura.

Y siempre decirles a nuestras víctimas en el plano sexual o en su integridad psicológica: Estoy de tu lado, “estoy de tu parte. Es inadmisible lo que ha ocurrido, voy a hacer todo lo posible para resarcir tu dolor, promover que se haga justicia y evitar que vuelva a ocurrir”[3].

“No caben paños calientes. Jesús de Nazareth no los quería, fue claro, y nos dejó un desafío y es denunciar, alzar la voz sobre todas aquellas personas que son explotadas y violadas en su sagrada dignidad, vengan de donde vengan. Es un tema que afecta a todas las instituciones y organizaciones sociales[4].


[1] ISABEL MUÑOZ-COBO. Directora de la Oficina de Abusos de la Archidiócesis de Burgos. VIDA NUEVA. N° 3259. 19-25 feb 2022. Pág. 14.

[2] LUÍS ALFONSO ZAMORANO. VIDA NUEVA. N° 3259. 19-25 feb 2022. Pág. 12.

[3] ISABEL MUÑOZ-COBO. Idem. Pág. 14.

[4] JOSSÉ MIGUEL MARTÍNEZ CASTELLÓ. Investiguen… pero sin errar el tiro. Religión Digital – 17.02.2022.

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