Un café con Jesús– Flash sobre el Evangelio del Domingo del Corpus Christi
Al salir de la iglesia me he parado delante del cartel que anuncia el Día de la Caridad, vinculada a la fiesta del Corpus Christi, que hoy celebramos. El párroco ha explicado en la homilía el mensaje de ese cartel: ”Somos lo que damos”, pero me da qué pensar. Me parece poco afortunado reducir nuestra identidad a lo que damos. Ya que no es correcto pedir explicaciones durante la homilía, hablaré ahora de esto con Jesús.
– ¿Qué te parece el cartel de este año? -le he dicho después de recoger los cafés en la barra-.
-¿Te refieres al que anuncia el Día de la Caridad? -ha respondido ingenuamente-.
– ¿A cuál va a ser? -he reaccionado con sorpresa- ¿Sólo lo que damos nos identifica? Entonces, ¿para qué sirve todo lo demás que hacemos? Me parece un eslogan reductivo….
– Pues no sé si voy a estar de acuerdo contigo -me ha dicho soplando sobre la taza de café-. Es cierto que todo lo que hacéis contribuye a identificaros. El evangelista Mateo escribió lo que yo dije sobre los falsos profetas: «Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen higos de los abrojos?» (Mt 5, 16-17). Pero hay un fruto imprescindible para identificaros, y es lo que dais o dejáis de dar: limosnas, cariño, cuidados, comprensión y tantas cosas como la gente necesita. Esto dice a las claras quiénes sois. ¿Recuerdas mi parábola sobre cómo será el juicio final? Lo que hicisteis o dejasteis de hacer con los necesitados, conmigo lo hicisteis… (Mt 25, 31-46) ¿Te parece poco que te identifiquen por lo que das?
Igual que en otras ocasiones, no he encontrado palabras para rebatirle y me he pasado al evangelio de este domingo, que narra la multiplicación de los panes (Lc 9, 11-17).
– Por cierto; me ha llamado la atención el que hoy se nos haya leído la multiplicación de los panes. ¿No hay otros fragmentos evangélicos que concuerdan mejor con la fiesta del Corpus? -he dicho cambiando de tercio, aunque él se ha dado cuenta de mi maniobra y me ha dicho:
– Según lo mires. Este milagro, que realicé durante mi predicación por Galilea, lo narran los cuatro evangelistas y tiene mucho que ver con el misterio de la Eucaristía, que festejáis en este día. Por de pronto, los evangelistas han conservado mis palabras, cuando dije a los Doce: «Dadles vosotros de comer». Ellos querían que despidiese a la gente para fueran a conseguirse comida en las aldeas y cortijos de los alrededores; yo pretendía hacerles entender que, cuando se comparte lo poco que se tiene, hay para todos. Y así fue entonces y sigue siendo ahora, porque el Padre bendice vuestra pobreza cuando dais con generosidad. Es una sugerencia muy apropiada para el Día de la Caridad. Y, además…
– Sobraron doce cestos -me he apresurado a añadir, dando a entender que había estado atento a las lecturas-.
– Efectivamente -ha dicho asintiendo a mis palabras-. En el Antiguo Testamento se describió el Reino de Dios como un banquete suculento y abundante. La abundancia de aquel alimento milagroso anunciaba el alimento del Reino, que es la Eucaristía, en la que el pan y el vino se convierten en mi cuerpo y mi sangre. Por eso, tal como escribió Pablo a los cristianos de Corinto, «cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva» (1 Co 11, 23-26). En el siglo XIII, los cristianos de Lieja instauraron esta fiesta del Corpus para confesar públicamente que estoy presente en la Eucaristía con realismo y verdad. A vosotros, cristianos del siglo XXI, os toca hacer que ésta sea la fiesta del compartir…
– Pues compartamos ya los cafés de hoy -he dicho poniéndome en pie mientras el camarero me decía por señas que estaba pagado; alguien se había adelantado a compartir-.