… no fue ni peor ni mejor, fue distinto. Tuvo cosas muy buenas que perduran y avanzan y otras no tan buenas que siguen ahí: pobreza, violencia, guerras, discriminación, muerte por buscar una vida digna, países empobrecidos y países enriquecidos, racismo … Ni todo fue malo, ni todo fue una maravilla. Ni en la sociedad, ni en la Iglesia. Y hoy, lo mismo: ni todo es maravilloso, ni todo es un desastre.
El pasado ya no existe. Ni se repetirá. Por eso, no sirve de nada intentar reproducirlo. El siglo XXI no puede ser el siglo XIX, como parece que pretenden algunos. El siglo XIX dejó cosas buenas. No se puede negar. Y no tan buenas; tampoco es para negarlo. Y esto es aplicable, ¡cómo no!, a la Iglesia, que vive y existe ‘entre’ lo seres humanos y está formada por ellos. También anda por ahí el Espíritu Santo. ¡Menos mal!
Y el futuro no ha llegado, no existe todavía. Sólo existe el ‘hoy’ que va renovando-mezclando lo antiguo y lo nuevo. “Un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo” (Mt 13,52).
Desde esta doble realidad que es la Iglesia (Espíritu Santo – seres humanos), resumo unas sugerencias que me parecen oportunas[1] para continuar hoy el ayer perfeccionándolo y preparar el futuro viviendo el hoy:
– Humildad suficiente para reconocer que antes de nosotros ya había Iglesia. Quienes nos precedieron lo hicieron todo lo bien que supieron y pudieron. Por tanto, si hoy recogemos algún logro pastoral es, en parte, gracias a tanta gente que años atrás se dedicó a cultivar la semilla en nuestras comunidades cristianas.
– Formación pastoral, espiritual y teológica para no hacerle decir a Dios lo que nosotros queremos oír o decir.
– Discernimiento. Ambiciosos pastoralmente. Libres, humildes y valientes para reconocer lo que nos puede alejar del Evangelio.
La existencia y vida de la Iglesia es siempre ‘hoy’. ‘Hoy’ en la Biblia es una palabra totalmente presente desde, por ejemplo, “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mt 6.11) hasta “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre” (Heb 13,8), pasando por “ojalá escuchéis hoy su voz” (Sal 94).
“Yo lamentaba el pasado
y temía el futuro…
De repente el Señor habló:
´Mi nombre es Yo Soy´.
Se detuvo. Yo esperé y él continuó:
‘Cuando tú vives en el pasado,
con sus errores y lamentos,
es difícil. Yo no estoy allí.
Mi nombre no es Yo Fui.
Cuando vives en el futuro,
con sus problemas y temores,
es duro. Yo no estoy allí.
Mi nombre no es Yo Seré.
Es sencillo. Yo estoy contigo.
Mi nombre es Yo Soy. (Helen Mallicoat)
Cualquier tiempo pasado… no fue ni peor ni mejor, fue distinto.
Vivamos ‘hoy’, aprendiendo del ‘ayer’ (no repitiéndolo o añorándolo) y soñemos el futuro (que todavía no está. Cuando esté, ya será ‘hoy’)
[1] Álvaro Lobo y Alberto Cano. NUEVOS MOVIMIENTOS PASTORALES: ¿MODA, RIESGO U OPORTUNIDAD? VIDA NUEVA. Nº 3326. 29 julio – 4 agosto 2023. 32.