En la solemnidad del Corpus Christi la Iglesia celebra la eucaristía, misterio de nuestra fe, “sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad, banquete pascual, en el que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su Pasión, el alma se llena de gozo y se nos da la prenda de la gloria futura” (SC 47).
Desde el siglo XIII, la Iglesia celebra con gran fervor y devoción popular esta fiesta. En España es una fiesta de larga y honda tradición, que no se contenta con discurrir en el interior de las catedrales, las iglesias y templos, sino que sale a las calles y plazas en la solemne procesión, en la que los fieles cristianos rendimos homenaje de fe y de piedad a Cristo, “como expresión de nuestro amor agradecido y fuente de inagotable bendición” (Mane Nobiscum Domine, 18).
Este año, a causa de la pandemia del coronavirus, Covid-19, la solemnidad no tiene el esplendor de otros años en las calles y en las plazas, pero se celebra con solemnidad litúrgica en el interior de los templos, y, sobre todo, en la comunidad eclesial y en el fondo de los corazones de los fieles cristianos.
En la solemnidad del Corpus Christi, el Señor, compadecido de nuestra pandemia, de nuestra incertidumbre y soledad, nos invita a encontrarnos con Él en el camino y a sentarnos a comer a su mesa. Espera así que, unidos a él, nos convirtamos en testigos de la fe, forjadores de esperanza, promotores de fraternidad y constructores de solidaridad en medio de la situación tan dolorosa que estamos atravesando.
Hemos vivido semanas sin poder participar física y plenamente de la Eucaristía. Poco a poco vamos volviendo a una cierta normalidad al poder recuperar la participación del pueblo de Dios en la mesa de la eucaristía. Muchos niños no han podido celebrar aún la primera comunión y no podrán acompañar a Jesús sacramentado por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades el día del Corpus Christi. Quiera el Señor que esta situación de ayuno eucarístico haya acrecentado en nosotros el deseo de la eucaristía y la necesidad de profundizar en su naturaleza y significado para nuestras vidas.
Dimensión social y pública de la fe
Cuando algunos quieren reducir la fe a la esfera de la vida privada y tratan de neutralizar su influjo en la sociedad, en las costumbres y en las leyes, es necesario que los cristianos manifestemos en público nuestra fe, sin imposiciones arrogantes, pero con firmeza y resolución. No dejemos que la fe sea relegada al ámbito de lo irrelevante o a las sacristías, para que otros construyan la ciudad terrena como si Dios no existiera. Un mundo que se construye sin Dios es un mundo que se construye contra el hombre. Y no permitamos que el honor de Dios y el bien del hombre estén ausentes de la vida pública. ¿Cómo defender y cómo reforzar nuestra identidad católica en la sociedad posmoderna que quiere hacernos ‘invisibles’ en cuanto cristianos?
Hoy más que nunca se necesitan cristianos coherentes, con una fuerte conciencia de su vocación y misión. Y ha llegado el momento de liberarnos de nuestros complejos de inferioridad respecto al mundo así llamado laico, para ser atrevidamente nosotros mismos, discípulos misioneros de Cristo. El que es creyente no debe actuar como si no lo fuera. Debe notarse que lo es y debe defender su visión creyente de la vida allí donde se encuentre.
Día de la Caridad
En esta festividad del Corpus Christi, la Iglesia en España celebra el Día de la Caridad. Hay una relación esencial entre eucaristía y caridad. La celebración de la eucaristía tiene implicaciones sociales. En la eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo. La eucaristía es un antídoto frente a la indiferencia. El papa Francisco está denunciando con frecuencia la indiferencia como uno de los grandes males de nuestro tiempo. El olvido de Dios y de los hermanos está alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social que podemos hablar de una “globalización de la indiferencia”. Ante esta situación es necesaria la “globalización de la caridad”, especialmente con los más pobres, impulsándonos a la vivencia de la comunión fraterna y del servicio de nuestros semejantes.
Ante el día del Corpus Christi y de la Caridad, la Iglesia que peregrina en España da gracias a Dios por los miles de católicos que, unidos al Señor, iluminados por su Palabra, alimentados del Cuerpo de Cristo, viven ofreciendo sus vidas y sus recursos a los más pobres y necesitados. Damos gracias a los agentes de pastoral, a los voluntarios y trabajadores de Cáritas y de tantas otras Instituciones de la Iglesia. Esta familia, que es la Iglesia, invita a orar con intensidad por todos ellos, para que el Señor les regales fortaleza de espíritu y lucidez para afrontar la nueva realidad de necesidad y pobreza que está emergiendo. Y, al mismo tiempo que celebra el Corpus Christi, invoca la especial intercesión maternal de la Virgen María para que nos libre de la pandemia provocada por el coronavirus y de tantas otras pandemias del egoísmo y de la indiferencia. Feliz fiesta del Corpus Christi y del Día de la Caridad.
Con mi afecto y bendición,