Opinión

Isabel de Salas

Consumismo XXL

12 de diciembre de 2018

Llega la Navidad y con ella el deseo voraz de comprar y “quemar la tarjeta”.

Todo vale en nuestro bienintencionado deseo de hacer felices a los que nos rodean en estos días tan especiales. Nuestra mente activa el deseo de comprar, de consumir, asociado al placer que nos produce tanta novedad puesta a nuestro alcance.

Es el momento de preguntarnos: ¿es necesario gastar tanto, endeudándose incluso, para dar felicidad a familia y amigos? Tal vez hemos desviado por completo la atención nuestra y la de los que nos rodean sobre lo que da la felicidad, que no es otra cosa que lo que celebramos.

Convendría que nos paráramos a pensar lo que celebramos, porque si somos capaces de entender que Dios nace para hacerse uno de nosotros y acompañarnos en el camino, si dejamos por un momento el mundo exterior, bullicioso, de luces y compras y nos adentramos en el misterio de un Dios hecho hombre por amor, tal vez no tengamos tanta necesidad de consumir, porque nuestro corazón estará lleno de lo que de verdad importa.

La conciencia cristiana nos lleva a un consumo responsable y adecuado en las fiestas navideñas y a mirar a quien no tiene, a ser solidarios. En Belén encontramos dos personajes aparentemente contrapuestos: reyes y pastores. Y, sin embargo, no lo son. Cada uno da lo que tiene. El que tiene mucho, da mucho, oro, incienso, mirra… El que tiene poco da ese poco que tiene, su compañía, su adoración…

Por eso, en Navidad, cada uno que dé lo que pueda y que dé con alegría y de buena gana. Es bonito celebrar, es bonito regalar, pero ojo con el consumo porque podemos acabar consumidos por él.

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