Opinión

Bernardino Lumbreras

Conocer y vivir

4 de julio de 2018

La riqueza de nuestro castellano es inmensa, de tal forma que distinguimos entre “ser” y “estar”; diferenciamos entre “oír” y “escuchar” y también entre “conocer” y “vivir”. En el mundo de la educación luchamos porque nuestros alumnos conozcan la realidad con la que se van a enfrentar cuando salgan de nuestras aulas; investigamos nuevas maneras de hacer que los conocimientos que les transmitimos, sean motivadores y significativos; buscamos prepararlos para que conozcan lo que van a vivir. Por eso, todo lo que existe fuera del aula debe estar dentro del aula: hay árboles y animales y les enseñamos a respetarlos, aunque nunca se vayan a subir a un pino o vayan a tener una mascota; hay coches y semáforos y les damos clases de seguridad vial, aunque nunca vayan a conducir; les presentamos el pasado de nuestro país, para que aprendan de los errores cometidos por nuestros antepasados; les mostramos las ideologías que han configurado nuestro continente, aunque nunca vayan a seguirlas.

La clase de religión ayuda a que nuestros alumnos conozcan la doctrina que ha hecho que el mundo sea como es; el sentido de la vida que ha aportado felicidad a cientos de millones de personas a lo largo de interminables siglos de la historia de la Humanidad; la inspiración de miles de artistas, que han encontrado en la Biblia un motivo para realizar las obras de arte más maravillosas jamás pintadas o esculpidas. Eso es lo que hacemos: que conozcan la religión. Nuestras clases no pretenden adoctrinar, inculcar, cambiar voluntades, aleccionar o instruir ritos; lo que hacen es que conozcan para que, si quieren, puedan vivir. Son clases libres y de libertad.

Todos comprendemos que un alumno no puede salir de nuestras aulas sin que conozca la doctrina de Karl Marx, las teorías de Albert Einstein, las hipótesis de Sigmund Freud, los presupuestos teóricos de Stephen Hawking o las proposiciones de Albert Camus. Sin embargo, todos estaremos de acuerdo, en que porque conozcan a Marx no se van a hacer marxistas, porque conozcan a Freud no se van a hacer psicoanalistas o porque conozcan a Camus no se van a hacer existencialistas. Por tanto, debemos comprender, de una vez por todas, que conocer lo que dijo e hizo Jesús de Nazaret es tarea de la clase de religión, y que hacer vivir eso en el día a día de cada persona, es la tarea de la catequesis. Debemos comprender, de una vez por todas, que una cosa es la Enseñanza Religiosa Escolar que se da en los centros escolares, y otra la catequesis que se da en las parroquias porque es allí donde se puede sentir. Debemos comprender, de una vez por todas, que en el aula evaluamos los conocimientos que el alumno tiene de religión, y no cómo la vive. Debemos comprender, de una vez por todas, que una cosa es conocer y otra vivir.

Y esto que digo aquí es válido tanto para aquellos que se manifiestan como laicistas, como para los creyentes. Dentro y fuera de nuestra Iglesia, debemos aprender a diferenciar entre conocer la fe y vivir la fe, porque no podemos dejar que nuestros alumnos salgan de nuestras aulas desconociendo que “ahí fuera” hay iglesias, mezquitas, procesiones, ritos y costumbres; ignorando quien fue esa persona que cambió el mundo, buscando la igualdad entre todos los hombres, y que fue capaz de morir por ello. ¿A quién perjudica conocer a Jesús de Nazaret?

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