Hace unos días a través de whatsapp recibí un artículo del Papa Francisco que atrapó mi atención. En su título se podía leer: “Todas las guerras empiezan en nuestro corazón”. Se refería a la homilía en la Domus Santa Marta del día 25 de febrero de 2014.
https://es.aleteia.org/2014/02/25/papa-francisco-todas-las-guerras-empiezan-en-nuestro-corazon/
Ha llovido mucho desde entonces y, sin embargo, pensé que la normalización del conflicto y de las violencias es uno de los retos fundamentales a los que se enfrenta nuestra sociedad actual, el conflicto y las violencias en el mundo y en la propia familia, como venía a denunciar el Papa Francisco.
No cabe duda de que el conflicto se ha normalizado. La mayoría de las guerras que estallaron en las últimas décadas siguen sin atisbos de solución, incluso las que consideramos acabadas como las de los Balcanes. La tensión en esas zonas continúan vigentes o incluso son territorios donde la tensión ha aumentado: Palestina, Ucrania, Yemen, Siria y otros tantos territorios en África. Pero no sólo se están normalizando los conflictos, sino también sus efectos que lejos de remitir aumentan: fronteras tradicionales que pierden sentido, catástrofes humanitarias, desplazamientos humanos forzados y, por otro lado, proteccionismo, cierre de fronteras y aumento de los ultranacionalismos.
En 2019, las caravanas de migrantes en América Latina, han puesto el foco en violencias y víctimas. Poniendo en evidencia el permanente estado de violencia que sufren las sociedades en esos países y cómo esos efectos han llevado a desbordar sus fronteras.
Pero no sólo conflictos armados o de magnitudes como las descritas, también poco a poco nos estamos acostumbrado a noticias que tienen que ver con actos violentos a grupos o masacres en grupos, protagonizadas por individuos, en centros educativos, en un supermercado o en la propia vía pública, y no necesariamente relacionados con el terrorismo. Sin ir más lejos, esta semana saltó a la luz la noticia del ataque de un hombre de 40 años a una escuela en China, en la que murieron 8 niños.
Exhortaba el Papa Francisco en su homilía a no acostumbrarse al escándalo de la guerra. “Los muertos parecen formar parte de una contabilidad cotidiana. ¡Estamos acostumbrados a leer estas cosas!”.
Si nos acostumbramos a la guerra, seremos incapaces de exigir a nuestros gobernantes acciones contundentes frente a estos conflictos y, peor aun, nos haremos insensibles a la violencia cercana, seremos incapaces de reconocer las violencias cotidianas y seremos incapaces de trabajar por la paz, por una sociedad libre que busca el bien común y el desarrollo de todos y cada uno de sus miembros.
“Las guerras, los odios, las enemistades, no se compran en un mercado: están aquí, en el corazón”, decía el Papa.
El conflicto no se arregla peleando, según el Papa. Y ahí se acercó también al ámbito familiar, al ámbito vecinal, comunitario, local, poniendo en evidencia también las violencias cercanas. En este entorno nos encontramos desde las más lacerantes como son la violencia contra las mujeres y que, lamentablemente, no deja tener protagonismo año tras año, hasta otras menos visibles y cotidianas: la falta de entendimiento de los matrimonios, entre vecinos o entre comunidades que comparten un devenir común.
Nuestro corazón tampoco puede acostumbrarse a estos conflictos o violencias más cotidianas, porque pueden ser el germen de conflictos más graves y definitivos. Esto sería una evidencia de que nos estamos convirtiendo en una sociedad insensible, ajena al dolor, cerrada en sí misma y egoísta.
Así otra de las noticias que tristemente comienza a ser recurrente es el fallecimiento de alguna persona mayor en su domicilio, solo, sin compañía y sin nadie que los haya echado en falta, como la que a mitad de esta semana nos llegaba sobre la muerte de otros dos ancianos, uno en el barrio de Las Fuentes y otro en Casetas. Porque en una sociedad insensible, este tipo de sucesos es también una manifestación de violencia por omisión.
Como acabó orando Francisco en su homilía: “Que el Señor nos haga entender esto y nos salve de acostumbrarnos a las noticias de la guerra”.