Opinión

Carmen Herrando

Charles de Foucauld

2 de junio de 2020

El pasado 27 de mayo, la Santa Sede hacía pública la próxima canonización de Charles de Foucauld (1858 -1916), beatificado en 2005 por el papa Benedicto XVI.

De Charles de Foucauld dijo Yves Congar que, junto a Teresa de Lisieux, sería uno de los dos faros de la espiritualidad del siglo XX. Así ha sido. Charles de Foucauld ha dado muchos frutos, sobre todo el de una familia religiosa extensa: más de veinte grupos o fraternidades dispersos por el mundo entero, que tratan de vivir entre los más pobres alguno de los muchos aspectos de su carisma de vida, que consistió esencialmente en una unidad sólida entre contemplación y misión.

De Foucauld vivió una conversión fulminante en otoño de 1886

Tras una vida un tanto disoluta como militar y explorador aventurero por el Norte de África, el vizconde De Foucauld vivió una conversión fulminante en otoño de 1886, en la iglesia de San Agustín, en París. La fe cristiana entró en su vida con auténtica radicalidad: “Apenas creí que había Dios, comprendí que no podía vivir más que para Él”, escribirá recordando el acontecimiento. Pronto quedaría especialmente afectado por estas palabras del padre Huvelin, su director espiritual: “Nuestro Señor tomó de tal manera el último lugar, que nadie pudo arrebatárselo”. Y se acogió a ellas con todas sus fuerzas, buscando siempre el último puesto entre los últimos.

Fue ordenado sacerdote, ingresó en la Trapa (en Siria), trabajó como mandadero en las clarisas de Nazaret, y llegaría después hasta Argelia como una suerte de ermitaño que cultivaba la amistad con sus vecinos tuaregs, entre los que vivió hasta su muerte, el 1 de diciembre de 1916. En Tamanrasset, al sur de Argelia, en 1908, pasó por una experiencia de desolación y enfermedad, y fueron los más pobres quienes le atendieron, guardando para él parte de la escasa leche que daban sus cabras. Esta experiencia de abandono supuso para él una segunda conversión.

En Aragón tenemos la suerte de tener entre nosotros, desde 1958, a los Hermanos de Jesús; más de sesenta años de presencia silenciosa, de cultivo sencillo de la amistad, de vida activa y contemplativa, hecha a base de oración silenciosa y trabajo manual. Dos hermanos siguen viviendo en Farlete (Zaragoza), y son muchas las personas que pasan tiempos de soledad en las cuevas de esta localidad, atendidas por los Hermanos. No son pocas las personas vinculadas a las fraternidades, en Aragón, sin olvidar al más reciente grupo de “Amigos del desierto”, fundado por Pablo D’Ors, cuyo libro El olvido de sí (2014) está centrado en la figura de Charles de Foucauld, y ha contribuido en buena medida a dar a conocer al futuro santo.

No deja de ser curioso que el milagro que hará posible la canonización haya sido no una curación, sino una “preservación”. Y que se diese en el ámbito del mundo del trabajo, lugar tan especial en la vivencia del carisma de Foucauld, que es el carisma de Nazaret: la vida oculta de Jesús vivida entre los más pobres, de forma anónima, predicando el Evangelio no con la palabra, sino con la vida, como tantas veces recordaba el propio Charles de Foucauld.

El 30 de noviembre de 2016, la víspera de cumplirse cien años de la muerte del beato Charles de Foucauld, Charles Charpentier, trabajador en una empresa de restauración de monumentos históricos, caía desde 16 metros de altura cuando operaba en el armazón de la techumbre de la institución San Luis, en Saumur. Al caer, atravesó la cúpula del edificio y fue a dar sobre un banco puesto del revés, con las patas hacia arriba, lo que provocó el empalamiento del trabajador. El accidente no podía ser más aparatoso ni más mortal. El responsable de la empresa, François Asselin, que se encontraba en París y no lograba dar con la familia del trabajador, llamó al padre Artarit, párroco de la Parroquia del Beato Charles de Foucauld en Saumur, e invitó a este a rezar por el joven trabajador, cuya vida se daba casi por perdida. El propio Asselin pasó la noche rezando, recordando además que al día siguiente se cumplían cien años de la muerte de Charles de Foucauld. Pero su oración y la llamada al párroco desencadenaron todo un movimiento de oración por aquel joven carpintero que había sufrido semejante accidente la víspera de una fecha tan señalada. Y, contra todo pronóstico médico, Charles sobrevivió a la terrible caída. Como él explicó, tras caer, se levantó, él solo, y caminó unos cincuenta metros con el palo del banco atravesándole el abdomen, buscando ayuda. Pasó pocos días en el hospital y dos meses después había vuelto al trabajo.

Charles de Foucauld estudió en la Escuela de Caballería de Saumur, situada junto al lugar del accidente; de allí salió oficial. Y en la diócesis se estaban celebrando novenas de acción de gracias por el centenario y para pedir la canonización. El propio responsable de la empresa solía ir a la parroquia Beato Charles de Foucauld de Saumur.

Tanto desde la diócesis de Angers como desde el grupo “Amitiés Charles de Foucauld” todo se puso en marcha para presentar este hecho como un segundo milagro en el proceso de canonización de Charles de Foucauld. Se siguieron las vías habituales. Dos médicos certificaron la curación, desde Francia, y en Roma se reunía una comisión médica el pasado noviembre de 2019, cuyos miembros declararon por unanimidad que lo sucedido no tenía explicación natural.

El nuevo santo nos recuerda la importancia de “gritar el Evangelio con la vida”, pero también la centralidad de lo pequeño y la búsqueda del último lugar, tan impropios de nuestro tiempo. Por eso, la espiritualidad de Nazaret es una propuesta preciosa que ayudará a muchos a redescubrir la sencillez y la hondura del Evangelio, volviendo a la maravilla de lo sencillo, a lo que no hace ruido, pero fulgura discretamente.

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