“¿¿¿Que no has comprado nada???” Era la frase que más me repetían hace tan solo unos días (el 24 de noviembre), con la llegada del famoso Black Friday. Como os conté en el anterior post, mi afición por la moda me llevó a abrir una cuenta en Instagram (@isaberges), y la intensidad de ese Black Friday merece ser compartida hoy con vosotros. Lo que parecía por su nombre (“viernes negro” en castellano) hacer referencia a UN solo día de la semana, fue motivo de bombardeo durante días consecutivos, tanto por esa red como por otras, con anuncios e invitaciones a compras que muchas veces, solo tienen un nombre: compulsivas.
Además, existe en este viernes negro y en sus días anteriores y posteriores una influencia emocional tremenda sobre las personas. Los pequeños consumidores, entre los que yo me encuentro, en general tenemos la sensación de que es un día en el que vamos a encontrar «gangas», y dejar pasar esta ocasión parece no “tener sentido”. Todo gira entorno a que las empresas se ponen de acuerdo para, por un “día” en un periodo anterior a la Navidad, ofrecernos a nosotros los clientes la oportunidad de comprar a unos precios menores. Como consumidores, estamos encantados, ya que sentimos la satisfacción de ver que aquellos productos que en los meses de octubre y noviembre hemos visto con deseo ahora van a ofrecer un descuento muy sugerente. Lo vemos como una “oportunidad”. No la podemos dejar escapar, porque las rebajas de enero se ven demasiado lejos, y hasta entonces no tendremos otra oportunidad…
Sin embargo, esto es lo que nosotros vemos. Pero si pensamos esto, está claro que llevamos unas gafas un tanto empañadas por la niebla. Si nos detenemos a reflexionar por un momento, nos damos cuenta de que los consumidores igual no salimos tan beneficiados de este día. Por un momento sentimos el poder de comprar con descuentos, pero: ¿acaso somos nosotros más inteligentes que las grandes empresas? ¿En serio? Pensar que tenemos el control y que las grandes corporaciones son ignorantes… La realidad no es esa. Las grandes empresas saben lo que hacen: controlan nuestros gustos, nuestros impulsos consumistas, nuestros deseos de comprar… ¡de comprar por comprar!
Lo que realmente ocurre, es que este día somos arrastrados por las empresas a comprar, sobre todo a comprar de forma compulsiva e irracional. Compulsiva porque los descuentos y promociones los presentan por sorpresa, y por tanto tenemos menos de un día para poder comprar. Por tanto vemos productos que antes no estábamos interesados, y de repente, como está a un precio que es una “ganga”, entonces lo compramos. ¡Qué tontería no aprovechar esta oportunidad! Esto lleva a un comportamiento irracional, eligiendo opciones de consumo que no son para nada eficientes. Por tanto, en estos días terminamos comprando cosas que no necesitamos, innecesarias, comportándonos de forma compulsiva. Esto no quita que, si realmente queremos hacer una comprar necesaria, aprovechemos este día para ahorrarnos unos euros. Pero realmente, ¿las compras del Black Friday son necesarias o realmente puro caprichos?
Lo que me gustaría hacer hoy es una invitación a reflexionar sobre lo que compramos, especialmente estos días con la llegada de la Navidad. Este es el mes por excelencia de los mercadillos solidarios –en parroquias, centros culturales, pequeños comercios…-, donde se pueden encontrar tesoros, dar una segunda vida a piezas “vintage” y lo más importante, todo ese dinero se destinará a una buena causa.
Te animo a que el próximo “Black Friday”, cuando te pregunten “¿¿¿No has comprado nada???”, sea afirmativa o negativa tu respuesta, siempre digas “¡no compulsivamente!”.