Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Bajarse de la acera

16 de diciembre de 2020

El Reino de los Cielos se parece a un hombre que siempre se baja de la acera. Cuando viene un joven de frente por la misma acera, se baja. Lo mismo cuando se trata de alguien de su misma edad. Y si es una persona mayor la que se acerca. O una embarazada. Igualmente, si es una mamá con su bebé en el carrito. O alguien con el bolso de la compra. Se sonríe, saluda y se baja. Bienaventurado el que sabe bajarse de la acera. Su gesto cambiará el mundo.

‘Bajarse de la acera’ es un gesto diario, habitual y común de educación y de respeto hacia el otro. Y hacerlo con amabilidad, que no cuesta nada o que no cuesta tanto. La educación y la amabilidad van cambiando el mundo.

Pero, ‘bajarse de la acera’ puede ser mucho más. Hasta un signo del Reino en el que todos somos hermanos y vivimos como tales. Es dar un paso hacia esa fraternidad.

No bajarse de la acera es pensar que la acera es mía y que “lo que viene de frente”, se debe bajar porque no es suya. Quien no se baja de la acera cree que nadie hay más importante que él.

Bajarse de la acera es creer que todos estamos en la misma barca y que, por tanto, “el aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro. El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí” (Francisco. FT 30).

No bajarse de la acera es defender y vivir que la sociedad y, por tanto, nuestras relaciones, no es sino “una mera suma de intereses que coexisten” (FT 163) o se defienden de los intereses de otros. Y yo tengo que defender los míos.

Bajarse de la acera nos lleva a que “cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos. Entonces cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación” (FT 231)

El clericalismo en la Iglesia irá bajando en intensidad cuando obispos, presbíteros, diáconos y laicos clericalizados, nos bajemos de la acera.

Podremos perdonarnos y crear paz cuando ofensor y ofendido hagamos el esfuerzo de bajarnos de la acera.

La misma participación en la liturgia y la oración no son auténticas cuando se realizan creyéndonos superiores o mejores que los demás. Necesitamos bajarnos de la acera.

Los políticos no contribuirán a una sociedad mejor si no se bajan de ‘su’ acera, en un diálogo constructivo y de verdadera democracia.

Venceremos la pandemia tanto más tarde cuanto más tardemos en bajarnos de la acera de la irresponsabilidad personal o grupal.

“Ayudar a alguien durante la dificultad es donde comienza la civilización»[1]. Y, para esto, bajarse de la acera es imprescindible y pensar de verdad lo que decimos con frecuencia: quien no vive para servir, no sirve para vivir.

“Bienaventurada la señora del piso de al lado que nunca conseguirá un premio Nobel, pero sabe sonreír y limpia con espíritu de servicio el portal de la comunidad y está siempre disponible para todos los vecinos que la necesitan”.[2]

Esta ‘parábola’ sobre algo tan normal de bajarse de la acera parece que puede dar mucho de sí. Es un gesto sencillo ‘a pie de calle’ que nos lleva a reflexiones insospechadas.

Hasta llegar al que se bajó y se re-bajó de todas las aceras. “Se despojó de su grandeza, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hombre entre los hombres, se rebajó a sí mismo hasta morir por obediencia y morir en una cruz” (Flp 2,7-8)


[1] Margaret Mead. Citada por Gabriel M. Otalora. CANTO A LA ÉTICA. Religión Digital 12.12.20

[2] Alejandro Fernández Barrajón BIENAVENTURANZAS PARA NO PASAR DE LARGO. Religión Digital – 01.11.2020

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