Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Asumir este tiempo postcristiano

22 de septiembre de 2021

“Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3,7-8). Afirmación evangélica que habrá que concretar”. Así terminaba mi reflexión del miércoles pasado. “Con seguridad tendrás detractores, pero también seguidores”, me comenta un amigo boliviano laico por WhatsApp después de leer mi artículo. Sólo por intentar ‘concretar’, en esta ocasión me voy a servir casi exclusivamente de palabras del Papa Francisco.

El punto de partida de mi artículo era la encuesta del CIS sobre la religión y los españoles. El resultado de la encuesta lo resume esta afirmación que la asumo desde el título: “El punto de partida es indiscutible:  vivimos en una era postcristiana. Hasta que no se asuma esta realidad, con sus lagunas, heridas y excesos, pero también con sus oportunidades, esperanzas y libertades, no se logrará una Iglesia sinodal, misionera y en salida. Porque, para salir, no valen prejuicios, nostalgias ni ideales prefabricados. Salir implica escuchar y acoger unos signos de los tiempos que hablan ya de una mayoría de españoles que no van a misa, no saben qué es un obispo o una monja, o a los que sus padres no les han enseñado el Padrenuestro. Ignorar estas premisas es como empezar la reforma por el tejado”.[1]

“A veces, sobre todo cuando la sociedad que nos rodea no parece entusiasmada con nuestra propuesta cristiana, la tentación es encerrarse en la defensa de las instituciones y las estructuras.

Ante la diversidad cultural, étnica, política y religiosa, podemos tener dos actitudes: encerrarnos en una rígida defensa de nuestra supuesta identidad, o abrirnos al encuentro con el otro y cultivar juntos el sueño de una sociedad fraterna”. [2]

La verdadera respuesta a la situación es, por tanto, ‘abrirse’. “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así» (EG 33). Esto nos lleva a la pastoral ‘en clave de misión’ o a la Iglesia ‘en salida’, que tanto le gusta a Francisco.

La ‘clave de misión’ asume una actitud creativa. La actitud contraria cede ante “una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia… la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre” (EG 85).

Para superar esa tentación, claro, solo hace falta una fe fuerte que, sostenida por el Espíritu Santo, engendra en el cristiano un impulso fuerte para transmitir a este mundo la persona y el mensaje de Jesús. porque ‘sabemos’ que Jesús transforma a la persona y a la sociedad en un clima de amor, esperanza, fraternidad… todo eso que cambia el rostro de nuestro mundo.

Porque el ‘siempre se ha hecho así’ termina en una Iglesia y en una pastoral dormida y “cuando la Iglesia se detiene, se enferma; cuando los obispos se detienen, enferman a la Iglesia; cuando los sacerdotes se detienen, enferman al pueblo de Dios”.

De ahí que sea preferible “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. […] Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)” (EG 49).

“A veces también en la Iglesia nos puede acechar esta idea: es mejor tener todo predefinido ­-las leyes que deben observarse, seguridad y uniformidad-, más que ser cristianos responsables y adultos que piensan, interrogan la propia conciencia y se dejan cuestionar. Es el comienzo de la casuística, todo controlado. En la vida espiritual y eclesial existe la tentación de buscar una falsa paz que nos deja tranquilos, en vez del fuego del Evangelio que nos inquieta, que nos transforma. Las seguras cebollas de Egipto son más cómodas que las incertidumbres del desierto. Pero una Iglesia que no deja espacio a la aventura de la libertad, incluso en la vida espiritual, corre el riesgo de convertirse en un lugar rígido y cerrado”.

Los grandes evangelizadores“nos enseñan que la evangelización no es nunca una simple repetición del pasado. La alegría del Evangelio siempre es Cristo, pero las sendas para que esta buena noticia pueda abrirse camino en el tiempo y en la historia son diversas”.

Y, como hay que terminar, termino así: “Ante la pérdida del sentido de Dios y de la alegría de la fe no sirve lamentarse, atrincherarse en un catolicismo defensivo, juzgar y acusar al mundo malo, no; es necesaria la creatividad del Evangelio. ¡Estemos atentos! El Evangelio aún no está cerrado, está abierto. Está vigente, está vigente, sigue adelante”.

“¡Qué hermoso cuando sabemos encontrar caminos, modos y lenguajes nuevos para anunciar el Evangelio! Y nosotros podemos ayudar con la creatividad humana, también cada uno de nosotros puede serlo, pero el gran creativo es el Espíritu Santo, es Él quien nos impulsa a ser creativos. Si con nuestra predicación y nuestra pastoral no logramos entrar más por la vía ordinaria, intentemos abrir espacios diferentes, experimentemos otros caminos”.


[1] VIDA NUEVA. Editorial. N° 3236. 4-10 sept 21.

[2] Todas las citas en cursiva que siguen (menos las señaladas como EG -Evangelii Gaudium) las he tomado de los discursos del Papa en su viaje a Hungría y Eslovaquia de la semana pasada.

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