Opinión

Pedro Escartín

Apártate, que soy un pecador

5 de febrero de 2022

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del V Domingo del Tiempo Ordinario

El desgraciado incidente en Nazaret del domingo anterior dio paso, según la narración de san Lucas, a un seguimiento masivo de Jesús por parte de las gentes de Cafarnaún y de otros pueblos del lago. El evangelio de este domingo (Lc 5, 1-11) se desarrolla en el lago de Genesaret y fue el punto de partida para que aquellos pescadores aceptaran la llamada a ser en adelante “pescadores de hombres”. Seguramente Jesús lo recuerda con agrado…

– Supongo que lo del evangelio de hoy te compensó del disgusto que te dieron tus paisanos de Nazaret, ¿me equivoco? – he dicho después de saludarnos- .

– No voy a negar que aquella fue una jornada gozosa – me ha reconocido sonriendo- . Simón me emocionó al arrojarse a mis pies y llamarme “Señor”, como me llamáis vosotros desde mi resurrección.

– Así es – he añadido- , porque antes, cuando le pediste que remase mar adentro y que echase las redes, solo te llamó “Maestro”, y tengo la impresión de que desconfiaba de pescar algo; él era pescador y tú “el hijo del carpintero”; él sabía cuándo acuden los peces a la red y cuándo no; pero, por no desairarte, echó las redes.

– Y se quedó desconcertado cuando vio la redada conseguida…

Llegados a este punto de la conversación, ya acomodados, habíamos empezado a degustar los cafés y el clima era propicio para las confidencias. Por esto, comenté:

– Con las dos barcas llenas de peces, alegraste la vida de aquellos pobres pescadores durante algunos días…

– Pero – me ha rectificado- , yo no pretendía proporcionar un beneficio económico a Simón y a sus socios, sino ponerlos a punto para la llamada que iba a hacerles. Necesitaban un signo en el que apoyarse para el paso que estaban a punto de dar: pasar de la amistad y el afecto a la fe. Simón escenificó este paso con aquel impulso, tan suyo, de arrojarse a mis pies y confesar que era un pecador, porque antes había desconfiado de mí. No dijo con palabras que me había tomado por iluso cuando le pedí que echara las redes, pero con su gesto y con su confesión lo afirmó con creces. Por eso, te he dicho al principio que aquellos pescadores me emocionaron.

– Y te siguieron a partir de entonces – he añadido sin poderme contener- .

– Cierto; con sus altibajos y vacilaciones, me siguieron hasta el final desde que dije a Simón, que aquí empezó a ser Pedro: «No temas: desde ahora, serás pescador de hombres».

– Y ahora, ¿no podrías hacernos algún signo que animase a nuestros hermanos, jóvenes y adultos, a ser también “pescadores de hombres”? ¿No te preocupa la sequía de vocaciones que sufren nuestras Iglesias? – me ha salido del corazón como un suspiro- .

– Y lo hago – me ha dicho con infinita calma- : sosteniendo a la iglesia día a día. Pero buscáis signos espectaculares y no valoráis la vida sencilla, entregada y heroica de muchas personas con las que convivís. Tendríais que tomaros en serio los testimonios de la historia; lo que ocurrió no se ha perdido, sino que mantiene su valor. Luego, apreciar a cuantos siguen siendo fieles en el ambiente adverso y enrarecido que habéis creado. Y estar dispuestos a aceptar que para seguirme hay que abandonar algunas cosas, algunas cómodas seguridades. Aquellos pescadores dejaron sus barcas, que era todo lo que tenían…

– Sí, ya. No se puede estar en Misa y en la procesión al mismo tiempo, dice el refrán – he reconocido meneando la cabeza y pagando los cafés- .

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