En este tiempo de Navidad y especialmente ahora que comienza un nuevo año, los hombres se vuelcan en desearse mutuamente parabienes. El árbol navideño de la plaza del Pilar se encuentra cubierto de etiquetas que expresan las esperanzas y deseos para 2020. Son muchos los que sueñan que el año que ahora estrenamos venga pleno de felicidad, de éxitos y alegrías; y que, por supuesto, no les reserve llanto ni luto ni pesares.
Dios no necesita que escribamos cuáles son nuestros anhelos. Él conoce perfectamente nuestros sueños y solo Él puede saciar nuestras aspiraciones más profundas. Buscamos la felicidad entendiendo ésta como la satisfacción continuada de nuestro ego. Y, por si alguien no se había dado cuenta todavía, alcanzar este tipo de felicidad es ilusorio. Nacemos y vivimos en precariedad y nos relacionamos asimismo con idéntica fragilidad. Así pues, esta evidencia resulta incompatible con la plenitud que ambicionamos.
Ciertamente no es criticable quien busca este tipo de satisfacción que acabo de referir. Al contrario, es loable quien persigue y disfruta los momentos en los que su persona se ve colmada por los acontecimientos que le suceden. Pero estaremos equivocados si el sentido de nuestra existencia dependiera de que los vientos vinieran de cara. Porque lo que concede sentido a nuestra vida no es la búsqueda de nuestra complacencia sino la búsqueda de la voluntad del Señor. En la medida en que vamos descubriendo cuál es esa voluntad y poco a poco vamos conformándonos con ese Dios que nos quiere felices, experimentaremos la verdadera y auténtica felicidad.
Dice San Agustín que si somos hijos de Dios, tenemos categoría de dioses, somos dioses. Por tanto, desde esta perspectiva, todo se esclarece y nuestras amarguras y tribulaciones adquieren un carácter interino y se convierten únicamente en fugaces compañeras de un camino que nos conduce a la plena satisfacción de nuestras aspiraciones.
Como expresaba sabiamente Benedicto XVI, el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino (Spes Salvi).
Conociendo cuál es el camino que nos conduce a la meta y cuál es la verdad que ilumina nuestros pasos disfrutaremos de un año 2020 lleno de VIDA.
¡FELIZ AÑO, FELIZ VIDA!