Opinión

Pedro Escartín

Aleluya, aleluya, aleluya. Un café con Jesús.

3 de abril de 2021

Flash sobre el Evangelio del Domingo de Pascua (04/04/2021)

El café de este domingo tiene sabor especial. Es el domingo de la Resurrección, que nos introduce en el tiempo de Pascua. Hoy habrá que acompañar el café con unos churros, mientras comentamos el relato del evangelista Juan (Jn 20, 1-9), que habla más de la sorpresa de los discípulos que de la resurrección, aunque mi primer saludo ha sido:

–  Jesús, vaya por delante, mi sincera felicitación: ¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡Menudo susto se llevó María Magdalena en la mañana de aquel primer día de la semana!

–  Muchas gracias y que el Padre bendiga tu alegría – me ha respondido con el gesto risueño de quien sabe más de lo que dice- . ¿Por qué piensas que María Magdalena se asustó?

–  Pues, porque salió a todo correr hacia la casa donde se escondían los discípulos, que, por cierto, estaban acongojados y asustados también, y les dijo, seguramente con la voz entrecortada, que alguien se había llevado tu cadáver.

–  Tienes razón al pensar que María estaba asustada y los otros discípulos también. Ninguno de ellos se había tomado en serio las palabras de la Escritura y no estaban preparados para pensar en mi resurrección.

–  ¿Qué palabras? – he preguntado cándidamente al tiempo que mojaba un churro en el café- .

–  Las del salmo que todos rezaron conmigo al final de la Cena de despedida: «Este es el día en que actuó el Señor… La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular».

–  No era fácil hacerse a la idea, después de todo lo ocurrido tres días antes.

–  Pero yo se lo había anunciado repetidamente y ellos seguían pensando en un Mesías que en el momento decisivo bajaría de la cruz y dejaría corridos a sus enemigos… Aunque puede que haya sido mejor así – ha añadido pensativo- .

–  ¿Por qué lo dices?

–  Porque de este modo todo el que confiesa mi resurrección hace un acto de fe, fiándose más de los “signos” que de la comprobación empírica de lo sucedido. El Padre ha querido que vuestra fe nazca del amor y no de la obligación.

–  A ver – he dicho sorprendido- ; explícame esto que no termino de entenderlo…

–  No es tan difícil – me ha dicho mirándome a los ojos- . María Magdalena pensó que alguien había profanado la tumba y se había llevado mi cuerpo; Pedro y el otro discípulo salieron corriendo a ver qué había ocurrido; el otro discípulo, que llegó primero, pues para eso era más joven, esperó a que llegara Pedro, que era el jefe, vieron las vendas con las que me habían envuelto y el sudario enrollado, cosas en las que no se habría entretenido un ladrón, y aquel otro discípulo, que me tenía un afecto especial, «vio y creyó; entonces entendieron la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos». Creyeron antes de que me vieran vivo, antes de que me palparan y yo comiera y bebiera con ellos.

–  Voy entendiendo – he reconocido satisfecho- . Si hubieran contado con que resucitarías, podríamos pensar que daban un testimonio interesado; pero si seguían convencidos de que seguirte había sido un fracaso, cuando anunciaban que estabas vivo se imponía la fuerza de los hechos. Como dijo Pedro, «hemos comido y bebido con él después de la resurrección».

–  La fuerza de los hechos, y del amor, no lo olvides; sin amarme, nadie llega a creer en mí – ha añadido mientras pedía la cuenta- . Hoy pago yo, que para eso estoy vivo y resucitado.

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