Opinión

José Luis Lázaro

After Covid-19: Pistas para el camino de la vida

6 de mayo de 2020

Con la apertura gradual y progresiva del confinamiento-encierro, al que hemos estado sometidos durante los casi dos últimos meses, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, muchos se preguntan: y ahora, ¿qué tenemos que hacer? ¿Cómo tendríamos que vivir, para no volver a sufrir una situación similar a la vivida? El miedo a la muerte, la ausencia de seguridades y la fragilidad manifestada por nuestro sistema político-económico, han provocado una crisis -de tan imprevisibles consecuencias- que no resulta fácil dar unas “recetas” o soluciones inmediatas, que puedan ayudar a nuestra gente a volver a la vida de antes, si es que esta vida todavía existe.

Muchos análisis empiezan a aparecer desde distintos enfoques y puntos de vista, reflexionando si esta pandemia era previsible, si se podía haber acometido con más medios, o si ha habido una absoluta falta de previsión por parte de las autoridades políticas e instituciones internacionales. Sería una temeridad, por nuestra parte, el aventurar las consecuencias políticas, económicas, psicológicas, sociales y espirituales, que esta pandemia va a provocar en la ciudadanía y en la totalidad de los países afectados del mundo entero.

Una reflexión “local” de esta pandemia, desde mi realidad de Zimbabue, probablemente no será comprendida desde una mentalidad más “occidental”; puesto que aquí, las altas temperaturas que estamos viviendo o la misericordia de Dios Padre, para con este pueblo, dándonos un respiro en un año particularmente difícil: sequia, inflación galopante, emigración masiva a Sudáfrica…; han provocado que el “Virus” apenas se haya extendido entre la población local y nuestra gente, incluso, viva con una cierta dosis de humor el día a día con el Coronavirus. La razón es muy sencilla, el verdadero problema en este sur de África, es conseguir algo de comida que llevarse a la boca cada día, pues aquí no existe una nómina/cuenta bancaria que nos permita afrontar -cada mes- con una cierta seguridad, la falta de trabajo; no es posible “que me traigan la comida a casa desde el supermercado” o, vivamos con la seguridad de electricidad, agua e internet las 24 horas del día. Con o sin confinamiento, el verdadero problema es cubrir las necesidades básicas del ser humano, y aquí, se reducen solamente a dos: comida y agua para mí y mi familia.

El anhelo de mucha gente afectada por esta pandemia, es la vuelta a la vida cotidiana de antes: mi trabajo, mis relaciones, “mi libertad”, la disponibilidad absoluta de mi tiempo…pero, quizás, tendríamos que preguntarnos, si es posible volver a lo de antes como si nada hubiera pasado. Os confieso que, en mi opinión, no es posible. Una rápida y ‘sesgada’ mirada de lo acontecido, han puesto de manifiesto:

  1. Que no podemos “tener bajo control” todos los aspectos de la vida. Y que el dinero –o la seguridad económica- pueden ser derrotados por un simple microorganismo. Lo que ha llevado a una crisis del sentido de la vida en muchas personas de nuestro entorno.
  1. Que somos una sociedad de consumo y la producción está concentrada en unos pocos países (India, China…). El ejemplo más significativo, ha sido la dependencia en la obtención de máscaras de protección para evitar el contagio del COVID-19. La crisis de un sistema social y económico que ha tenido vigencia hasta hoy, ahora está en tela de juicio.
  1. “La cultura del descarte”, que hemos vivido durante esta pandemia, centrada en los enfermos, en los más débiles económicamente y, sobre todo, en los mayores; nos tiene que llevar a una reflexión honda y profunda, donde discernir los pilares sobre los cuales estamos cimentando la sociedad en la que deseamos vivir. ¿Podemos dormir cada día con la conciencia tranquila, tras haber decidido quienes debían vivir o quienes eran “socialmente prescindibles” dadas las circunstancias excepcionales que estábamos viviendo?

Pero lo que deseo -con esta reflexión- es aportar “una sencilla hoja de ruta para el camino de la vida”. No es una vacuna, ni un tratamiento médico que concluirá con la sanación del cuerpo o del alma. Son sencillamente unas pistas que nacen de lo leído y escuchado a un hombre, que como profeta de nuestro tiempo, apenas tiene repercusión en las grandes redes de comunicación social. Me refiero al Papa Francisco. 

  1. Recuperar la memoria del corazón. Hacer una lectura creyente social y personal de lo vivido y acontecido durante este tiempo de pandemia. Aprender a vivir y a valorar las sencillas tareas de cada día. “Desacelerar” el ritmo de la vida, del consumo y de la producción; valorando más el instante y el contacto/encuentro  personal con la persona querida. Aprender a contemplar la naturaleza y el paso de Dios en la historia personal de cada uno. No es tiempo de olvido, de evasión, de egoísmo o de indiferencia ante lo ocurrido.
  1. Ver a los pobres no como un problema, no como un coste económico. No son cosas, no son descarte, son personas, son tus hermanos. Es la hora de descender al subsuelo, de vivir la encarnación en el día a día, viviendo, sintiendo, amando y construyendo la comunidad humana. Ya no sirve aquel pensamiento neoliberal: “Busquemos nuestra propia salvación”. Es la hora de globalizar la Salvación y la Vida para todos los seres humanos -sin excepción- por encima de los intereses del mercado. No caigamos en la tentación de cerrar nuestros oídos y nuestro corazón al clamor de los hermanos que viven en las periferias sociales y existenciales, de pueblos y ciudades, del Norte y del Sur… 
  1. Vivir la conversión en la vida de cada uno. Probablemente este tiempo “de encierro”, nos ha permitido llevar a cabo una introspección personal sobre nuestra manera de vivir, creer y de relacionarnos los unos con los otros. La invitación que recibimos del Señor es: a vivir desde el servicio y el cuidado a toda criatura, a cumplir con nuestras responsabilidades y compromisos sociales, a vivir con coherencia y honestidad, a saber pedir ayuda y pedir perdón como forma de crecimiento, y a construir el Reino de Dios, como proyecto para toda la humanidad.
  1. “Volver” al Amor primero: Jesucristo. Aquel que nos sigue esperando, amando y perdonando nuestras faltas, quien nos ha sostenido en nuestras dudas, debilidades y fragilidades durante estos días de miedo y de inseguridad, quien quiere animarnos a seguir haciendo realidad el Sueño de Dios para toda la humanidad: la revolución de la ternura y del amor.

“Pistas” que no son nuevas, pistas que pueden ser acogidas en su totalidad o en su parcialidad, pistas que quieren ayudarnos a vivir el plan de Dios para todas sus criaturas: la felicidad en la vida, desde el servicio y el amor a todos los hermanos.

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