Ayer domingo, reflexionábamos sobre el Evangelio propuesto para este día: ¡BIENAVENTURADOS!
Conforme escuchaba la homilía iba, mentalmente, repasando quien y cuando somos tan felices como Jesús nos va proponiendo.
¿Serán, acaso, dichosos los que aceptan sus errores e intentan reinventar sus vidas?
O bien cuando aceptamos los golpes de la vida sin preguntarle a Dios aquello de “¿por qué a mí?”
¿¡Y por qué no!? Hay un profesor que nos ayuda en la salud mental en las cárceles que pregunta a los oyentes: «¿Tú cuando naciste firmaste en algún sitio que todo te iba a ir bien, que serías rico, amado y feliz?»
Ante la cara de extrañeza de sus alumnos responde él mismo: «¡la has liado! Todo saldrá como quiera sin que tú puedas reclamar!»
Tendrás dolor, alegrías, desamor, necesidades no cubiertas, frío en el alma, incomprensión, dificultades y algunas facilidades, y lo peor: falta de libertad quizás.
Pero según Jesús de Nazaret siéntete dichoso porque ese es el camino del Reino de los cielos, o sea el camino hacia Dios.
Tampoco me parece tan sencillo. Bueno, sencillo sí, no me parece fácil. Y sin embargo muchas, muchísimas personas lo han conseguido y lo consiguen a diario. Miremos a nuestro alrededor. No tenemos que buscar caras largas, ni tristes ni preocupados: solo personas que caminan confiadas en su Palabra, la palabra de Jesús y aceptan y luchan y trabajan por los suyos, por los de todos y por un mundo mejor. Esos son bienaventurados, fortunate en inglés, afortunados, tocados por la fortuna de ser y ayudar a ser.
Y luego los resilientes: esos a quien la vida les ha pegado duro y saben salir adelante; y gente que ha errado a quien los “buenos” consideramos pecadores y que si limpiamos la mirada les vemos luchar, rehacerse, coger un camino distinto. De esos tengo la fortuna de ver muchos.
Porque limpiar nuestra mirada también es una bienaventuranza: “los limpios de corazón verán a Dios”
Hasta ahí me dio la homilía del domingo….oremos, dijo el cura. ¿Y yo, donde llego..? Si, oremos. Es la única manera de entender algo.
Y caminemos y seamos felices porque como dicen que dijo Sócrates “el paso del tiempo arruga tu piel pero la falta de entusiasmo arruga tu alma”