Opinión

Isidoro Miguel García

Hacia una Iglesia Sinodal

A vueltas con el Sínodo Diocesano (1984-1986)

12 de diciembre de 2024

Cuando utilizamos la expresión «a vueltas con» lo hacemos para indicar que alguien se está ocupando, trabajando, pensando en  algo… Significa que seguimos pensando, recordando, valorando el pasado.  En este caso, el Sínodo Diocesano (1984-1986: Una experiencia de comunión corresponsable y evangelizadora.  En la primera fase participaron 10.200 personas, distribuidas en 102 grupos, procedentes de 62 parroquias de la ciudad y 90 de los pueblos. En la segunda fase descendió un poco el número de participantes: 9.050 personas y 803 grupos.

La Asamblea General Diocesana la formaron 580 personas: 108 sacerdotes, 29 religiosos, 49 religiosas y 394 seglares (68%). En este año 2024, a punto de finalizar, estamos celebrando los 40 años del inicio de ese importante sínodo de la diócesis de Zaragoza. Merece la pena recordar esta efeméride. Fueron dos años de intenso trabajo en grupos, con dos asambleas generales en el Colegio de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, junta al Canal Imperial de Aragón, y con 80 propuestas para impulsar la acción pastoral diocesana. “Considero estas propuestas sinodales como un propósito de aplicación de las enseñanzas, disposiciones y orientaciones del Concilio Vaticano II en los asuntos a que hacen referencia. Esto significa que el sentido de estas propuestas exige una renovada meditación de las orientaciones conciliares” (Elías Yanes).

En la estela del Sínodo de la sinodalidad y del Plan Vita diocesano nos vendría bien reflexionar también sobre estas 80 propuestas que abarcan un amplio campo temático para la acción pastoral de nuestra Iglesia diocesana. El sínodo no fue perfecto y tuvo sus lagunas, pero fue una gozosa experiencia de caridad fraterna donde cada persona puso lo mejor de sí mismo y al mismo tiempo significó una experiencia de corresponsabilidad al servicio de la misión. El sínodo supuso el inicio de una nueva etapa en la vida de la Iglesia local, porque afianzó la comunión, la corresponsabilidad y la inquietud evangelizadora en las vicarías superando el marco parroquial. Importante fue el protagonismo de los laicos que se sintieron protagonistas en la Iglesia diocesana, algo que, hasta la fecha, nunca había sucedido. Una verdadera participación activa de los seglares. Se trabajó sin violencia y sin estridencias, a pesar de las distintas edades y mentalidades. Y los consejos pastorales de cada parroquia ayudaron a dejar atrás viejos clericalismos.

Estamos en un momento clave de nuestra historia con cambios culturales profundos donde todos tenemos algo que decir y algo que hacer.

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