¡Reina del cielo, alégrate, aleluya!
¡Porque el Señor, a quien has merecido llevar, aleluya!
¡Ha resucitado según su Palabra, aleluya!
¡Ruega al Señor por nosotros, aleluya!
Gózate y alégrate, Virgen María, ¡aleluya!
Porque verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!
La antífona del Regina Coeli laetare (Reina del Cielo, alégrate) se reza durante el tiempo de Pascua como una manera de alegrarse con Ella por la Resurrección de Jesús, su Hijo y Salvador de toda la humanidad.
Durante el tiempo pascual, esta antigua antífona mariana establecida por el Papa Benedicto XIV en el año 1742 reemplaza al Ángelus, oración centrada en la Encarnación.
Comparto algunos datos sobre el Regina Coeli que pueden ayudarnos a entender y profundizar en el sentido de esta bella oración a la Madre de Dios.
Es una de las cuatro antífonas marianas que usa la Iglesia durante el año litúrgico. Además del Regina Coeli, la Iglesia Católica recita Alma Redemptoris Mater (Madre del Redentor, virgen fecunda), desde el primer Domingo de Adviento hasta la Fiesta de la Purificación el 2 de febrero. Las otras dos son Ave Regina Caelorum, entre la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo (2 de febrero) hasta el miércoles de Semana Santa. Finalmente, la Salve Regina es la antífona durante el Tiempo Ordinario, desde Pentecostés hasta el comienzo del Adviento.
Se desconoce el autor del Regina Coeli, pero existe una leyenda sobre el Papa San Gregorio Magno (Pontífice del 590 al 604 d.C.) que da una explicación.
Se dice que cuando este Papa presidía una procesión con oraciones a la Virgen María con el propósito de poner fin a una plaga en Roma, escuchó voces angelicales cantando los primeros tres versos del Regina Coeli y agregó la línea «Ora pro nobis Deum. Aleluya». Según la leyenda, estas oraciones tuvieron éxito y la plaga terminó.
Esta composición litúrgica consta de forma oficial desde el siglo XII. Al igual que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer, como una manera de consagrar el día a Dios y a la Virgen María. Ha sido parte del repertorio litúrgico y musical de la Iglesia durante siglos. Ha sido musicalizada por muchos autores a lo largo de los siglos: Tomás Luis de Victoria, William Byrd, Gregor Aichinger, Wolfgang Amadeus Mozart, Johannes Brahms…
Evidentemente, todos estos datos los he obtenido en Internet. No sé si son muy conocidos, poco o nada, por los que estéis leyendo esto. Pero son interesantes. ¿O no?
Pero a donde quería llegar era a esto: «Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya». No sé si esta versión es del Papa San Gregorio Magno, o de autor desconocido, pero… me parece mucho más correcta teológicamente. Porque ¿qué mujer puede ‘merecer’ llevar en su vientre a Dios? ¿Qué humano puede merecer ante Dios? Dios se nos da gratuitamente sin que tengamos que hacer ningún mérito. Que, por muy grande que fuera el mérito, nunca merecería que Dios se le entregara. Dios es puro don. Y el ser humano no puede merecerlo, no solo porque es Dios, sino porque ya se nos ha dado. Sin necesidad de pedírselo y, mucho menos, merecerlo en nuestra vida, por muy santa esta que fuera. Solo nos queda ‘acoger’ los dones de Dios.
María siempre dijo ‘sí’ a Dios, pero nunca ‘mereció’ llevar al Hijo de Dios en su vientre. Fue, y sigue siendo, puro don de Dios que acogió con todo su ser y en confianza total en Él, aunque pudiera no entender lo que le sucedía.