La vida humana tiene muchos escenarios. Los que vivimos pertenecemos a diferentes grupos, culturas, razas, etnias, religiones… Entre nosotros hay diversidad de opiniones, de criterios, de maneras de pensar. Todo esto, bien armonizado, hace que la convivencia humana pueda ser agradable, solidaria, incluso fraterna. Lo que no sucede cuando la armonía cede el paso a la confrontación, a la imposición, a la injusticia, al olvido de los más débiles, al dominio de unos sobre otros, al desprecio por la raza, etnia, género o procedencia o por cualquier otro motivo.
La búsqueda de la armonía de la vida coloca a la dignidad de la persona, en comunidad y en comunión respetuosa con la naturaleza, en el centro de todo. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Nuestro ser y vivir personales están llamados a aportar a la sociedad, a la historia, lo mejor de nosotros. Nadie pondrá en nuestro lugar lo que cada uno de nosotros tenemos de positivo. Del mismo modo, somos responsables del posible mal que hacemos u ofrecemos con nuestro actuar.Es verdad que estamos mediatizados por el ambiente, por las ideologías, por modas, por nuestras relaciones; por los poderosos y fuertes de la sociedad, sean los políticos, los medios de comunicación y sus dueños; por las redes sociales…
Así que podemos pensar que no podemos hacer nada, que somos una gotita en un mar inmenso y dominador. O que todo depende de los poderosos que dominan y mandan. Esta doble afirmación –tentación para resignarse- no es verdad. Es parte de la realidad.
La historia nos enseña que la gente normal, nosotros, el pueblo, es quien más puede hacer por cambios, progresos verdaderos y duraderos. Y no precisamente por la violencia. Ese cambio auténtico, lento sin duda, comienza en el corazón y en la vida diaria y sencilla de todos y cada uno de nosotros. Este avance hacia el bien, la solidaridad, el amor, la justicia se vive a pie de calle.
Hay mucho bien a pie de calle. Cada uno nos vamos perfeccionando a pie de calle. Para descubrir que es así, entremos dentro de nosotros mismos, cultivemos valores auténticos, miremos a nuestro alrededor con ojos limpios, esperanzados. Para que nuestra aportación a la comunidad sea positiva. A pie de calle. En lo sencillo de cada día.
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