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Lectio Divina: 20 de septiembre de 2018

Diócesis de Tarazona
17 de septiembre de 2018
Tu fe te ha salvado, vete en paz

1.- Oración Introductoria.

Señor, hay escenas en el evangelio que son tan sublimes, tan tiernas, tan delicadas, que solamente han podido salir de Ti. La escena de este evangelio bastaría para reconocerte como Dios. Una persona humana es incapaz de inventar tanta grandeza, tanta delicadeza, tanta belleza. Tu mirada no se queda en lo superficial sino que es capaz de bucear en el fondo del ser humano y descubrir esa imagen de Dios en lo profundo del corazón. Tú, Señor, eres la mejor escuela de humanidad.

2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando Jesús en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora. Jesús le respondió: Simón, tengo algo que decirte. Él dijo: Di, maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más? Respondió Simón: Supongo que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: Has juzgado bien, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? Pero Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado. Vete en paz.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión

Los protagonistas de esta escena son dos hombres y una mujer. El fariseo se recrea en recoger la basura y el estiércol del pasado de la pecadora para tirárselo a la cara: “Eres una prostituta”. En cambio a Jesús no le interesa para nada lo que ella ha sido sino lo que ella está llamada a ser: “puedes ser una santa”. Es interesante la pregunta de Jesús al fariseo: ¿Ves esta mujer? Porque tú no la has visto. Sólo has visto sus pecados, su miseria, su pasado. Pero esta mujer es mucho más que todo eso. Esta mujer, desde que ha entrado en esta casa, no ha dejado de sorprenderme con mil detalles de afecto y de cariño: Me ha lavado los pies con un perfume exquisito. Y no lo ha derramado a cuentagotas, sino que ha roto el frasco y me lo ha derramado del todo, sin reservarse nada. Y después me ha enjugado los pies con sus cabellos, con sus cabellos sí, con esos cabellos desmelenados que, en otro tiempo, han servido de atracción para otros hombres. Esa mujer tiene un gran corazón; esa mujer con sus besos, su ternura, sus mil detalles, es una afrenta y acusación para ti que, al entrar en tu casa, ni me has saludado, ni me has ofrecido agua para lavarme; eso que se hace en todas las casas con los invitados. Realmente has sido un grosero. Esa mujer ha demostrado mucho amor y por eso se le han perdonado sus muchos pecados. Una mirada superficial, llena de prejuicios, hunde para siempre a las personas. Una mirada limpia, profunda, creadora, positiva, las levanta y les hace crecer.

Palabra del Papa.

El Evangelio que hemos escuchado nos abre un camino de esperanza y de consuelo. Es bueno percibir sobre nosotros la mirada compasiva de Jesús, así como la percibió la mujer pecadora en la casa del fariseo. En este pasaje vuelven con insistencia dos palabras: amor y juicio. Está el amor de la mujer pecadora que se humilla ante el Señor; pero antes aún está el amor misericordioso de Jesús por ella, que la impulsa a acercarse. Su llanto de arrepentimiento y de alegría lava los pies del Maestro, y sus cabellos los secan con gratitud; los besos son expresión de su afecto puro; y el ungüento perfumado que derrama abundantemente atestigua lo valioso que es Él ante sus ojos. Cada gesto de esta mujer habla de amor y expresa su deseo de tener una certeza indestructible en su vida: la de haber sido perdonada. ¡Esta es una certeza hermosísima! Y Jesús le da esta certeza: acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella, precisamente por ella, una pecadora pública. El amor y el perdón son simultáneos: Dios le perdona mucho, le perdona todo, porque «ha amado mucho»; y ella adora a Jesús porque percibe que en Él hay misericordia y no condena. Siente que Jesús la comprende con amor, a ella, que es una pecadora. Gracias a Jesús, Dios carga sobre sí sus muchos pecados, ya no los recuerda. Porque también esto es verdad: cuando Dios perdona, olvida. ¡Es grande el perdón de Dios! Para ella ahora comienza un nuevo período; renace en el amor a una vida nueva.  (Homilía de S.S. Francisco, 13 de marzo de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Hoy me fijaré sólo en lo bueno y positivo de las personas con las que me relacione.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, al terminar esta oración, me quedo impresionado por tu gran amor, por tu gran misericordia. Tú no quieres que miremos las miserias y los pecados de los demás, para humillarles, para hundirles, para despreciarles. Tú quieres que nos miremos unos a otros con ese inmenso amor con que nos amas Tú. El día que nos creamos de verdad lo que Dios nos ama, ese será el día más bonito para nosotros. Y a eso te referías Tú, Jesús, cuando nos hablas del evangelio como una buena noticia.

 

PDF:  20 de septiembre

Autor: Raúl Romero

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