La Transfiguración del Señor
Ha escrito Jean Sulivan, “Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre”; por eso, podemos decir que es un hombre transfigurado. La transfiguración no fue un hecho puntual en la vida del Maestro de Nazaret, sino el estado de su ser. ¿Qué hacía de Jesús un hombre transfigurado? Y ¿en qué se notaba? Según los datos que nos aportan las narraciones evangélicas, lo que mostraba a Jesús como un hombre transfigurado era su bondad, su compasión, su autenticidad, su integridad y coherencia, su libertad, su vivencia de Dios…
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, corno no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
COMENTARIO-REFLEXIÓN
Para un lector familiarizado con la Biblia, evocar la subida a un monte, mencionando a Moisés y la presencia de una nube, todo eso nos remite al episodio de Moisés en el Sinaí. (Ex.24). Cuando Moisés bajó del Sinaí tenía la cara radiante. Todo eso expresa la revelación de Dios. Jesús es el Nuevo Moisés.
1.– Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó a una montaña alta. La montaña es el lugar de las teofanías o manifestaciones de Dios. Si encima era “alta” significa una manifestación profunda, muy especial. Jesús manifiesta lo que es: “El Hijo amado del Padre” Ya no hay que escuchar ni a Moisés (La Ley) ni a Elías (los profetas). Jesús sube a la montaña con tres discípulos : Pedro, Santiago y Juan. ¿Por qué esos tres? ¿Por ser sus predilectos? No. Porque lo necesitan. Pedro ha pretendido apartar a Jesús de la Cruz. Y Jesús le ha reprendido fuertemente. Santiguo y Juan, en el mismo camino hacia Jerusalén, cuando Jesús hablaba de lo que tenía que padecer el Hijo del Hombre, ellos hablan de los “primeros puestos” de “quien será el más importante”. Y estos mismos discípulos, al no ser bien recibido Jesús por los samaritanos, le han pedido que “lloviera sobre ellos fuego del cielo”. Jesús les regañó” (Lc. 9,54-55). Jesús se los sube a la montaña para cambiarles, para transformarles.
2.– Señor, !qué bien se está aquí! Si quieres haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Y aquí vienen dos errores graves de Pedro: 1) El querer permanecer siempre en la montaña. Jesús sube a la montaña, pero para bajar. En la montaña, cerca del cielo, se puede estar muy bien; pero el mundo, la gente, los problemas, las preocupaciones, están abajo. Ciertamente que hay que mirar más al cielo, pero para pisar mejor la tierra. ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? (Hech. 1,11). 2) El segundo error está en pretender hacer “tres tiendas iguales”. Es decir, Pedro pone a Jesús al mismo nivel que Elías y Moisés. Es como un personaje importante del A.T. ¿Todavía no se ha enterado Pedro de quien es Jesús? El evangelista Marcos, en su lugar paralelo, dice: ”Pedro no sabía qué decía” (Mc. 9,6). Y nosotros, que llevamos tanto tiempo siguiendo a Jesús, estamos muy equivocados cuando, en la práctica, damos más importancia al dinero, al ocupar un cargo importante, al ser más que los demás, al pasarlo bien, que a Jesús.. Y debemos tener muy claro que Jesús no es “uno más”. Jesús es Dios, es el Absoluto, el Definitivo, el Señor a quienes debemos entregar las riendas de nuestra vida.
3.- “Al alzar los ojos no vieron más que a Jesús solo.” Y, según el evangelistas, este debe ser el resultado de este encuentro. A la montaña, hemos podido subir con una mirada corta y miope al estilo de los discípulos. Pero de la montaña no se puede bajar como se ha subido. Un verdadero encuentro con Dios nos cambia, nos purifica, nos transforma, nos hace ver la vida de otra manera. Y qué bonita sería la vida si todo lo viéramos con los ojos de Jesús. Qué mirada tan honda, tan misteriosa, tan escalofriante tendríamos hacia nuestro Padre Dios. Y qué mirada tan bondadosa, tan comprensiva, tan misericordiosa hacia nuestros hermanos. Podríamos decir lo mismo que Jacob con relación a su hermano Esaú ya arrepentido: «He visto a Dios en el rostro benévolo de mi hermano”.
PREGUNTAS.
1.- ¿Me gusta subir a la montaña de Dios? ¿Rezo con frecuencia? ¿Subo al monte con idea de bajar a la llanura?
2.- ¿Qué importancia tiene Jesús en mi vida? ¿Acudo a Él solamente cuando lo necesito? ¿Seria lo mismo mi vida sin Él?
3.- Una vez que he puesto mi mano en el arado y he dicho sí a Jesús, ¿Me gusta mirar atrás? ¿Puede haber algo mejor que Jesús?
ORACIÓN
Sube la tríada humana hasta la cumbre.
Jesús se transfigura en su presencia.
Surgen Moisés y Elías, evidencia
de leyes y profetas, dogma y lumbre.
Resplandece el Mesías. Certidumbre
de su divinidad y omnipotencia.
Es su rostro esplendente transparencia
del Hijo en holocausto y mansedumbre.
Los apóstoles ven, anonadados,
los signos de la transfiguración
y sienten en su espíritu la paz.
Luz y blancura, símbolos sagrados
de eternidad y trascendencia, son
anuncio de armonía en la Unidad
(Emma-Margarita R. A.-Valdés)
PDF: https://app.box.com/s/xraiwaqqcq9s08z9bcim1q977xu01jmq
Autor: Raúl Romero