A principios del siglo XIV, la geografía eclesiástica hispánica iba a experimentar un cambio cualitativo con la erección del arzobispado de Zaragoza. Jorge Andrés Casabón (Zaragoza, 1982), licenciado en Historia y en Sociología, trabaja como técnico de los Archivos y Biblioteca Capitulares de Zaragoza. En las vísperas de este VII Centenario, nos cuenta en qué consistió este gran cambio.
¿Qué pasos se dieron desde la diócesis de Zaragoza para ser elevada a sede metropolitana? El proyecto, según demostró el historiador Demetrio Mansilla, partió de la iniciativa del monarca Jaime II, quien el 22 de noviembre de 1317 escribía al papa Juan XXII una misiva en la que “le hacía una propuesta muy detallada sobre la creación de la metrópoli cesaraugustana”, proponiéndole además la creación de nuevos obispados en los Estados de la Corona de Aragón. El Pontífice, partidario de la división de la extensa provincia tarraconense y después de haberse decantado a favor de la ciudad de Zaragoza frente a Valencia como cabeza de la nueva provincia eclesiástica, llevó a término la división.
¿Quiénes fueron los protagonistas? Piezas indiscutibles en las negociaciones de alto nivel mantenidas por la diplomacia del monarca aragonés con la Santa Sede serán las figuras de Jimeno de Luna, obispo de Zaragoza, y Pedro López de Luna, canónigo de Zaragoza, promovido al abadiado de Montearagón en 1306 por el papa Clemente V. El 26 de marzo de 1317, el Papa comunicaba al rey Jaime II, por la Bula Gratie tibi, el traslado de Jimeno de Luna, obispo de Zaragoza, a la sede metropolitana de Tarragona, nombrando para la sede cesaraugustana a Pedro López de Luna. Así, como señala Francisco de Moxó, “los Luna eran nombrados para ocupar las dos sedes episcopales principales del reino”. El abadiado vacante de Montearagón recaería en el infante Juan, la tercera pieza del juego político diseñado por el monarca aragonés y el Pontífice.
¿Qué pasó el 18 de julio de 1318? El papa Juan XXII, por la Bula Romanus pontifex, llevaba a cabo la división proyectada, haciendo caso omiso a la propuesta de Jaime II de creación de nuevos obispados. De la división resultó que a la provincia eclesiástica tarraconense le fueron asignadas las diócesis sufragáneas de Barcelona, Lérida, Gerona, Tortosa, Vic, Urgel y Valencia. La nueva provincia cesaraugustana quedó conformada por cinco sufragáneas: Huesca, Tarazona, Pamplona, Calahorra y Segorbe-Albarracín, aprovechándose la ocasión para resolver el litigio entre los metropolitanos de Toledo y Tarragona sobre esta última.
¿Qué se conserva de esos días? Con fecha de 23 de julio de 1318, fueron expedidas desde Aviñón, las Bulas de nombramiento de Pedro López de Luna como primer arzobispo de Zaragoza; y la notificación de la división, erección del nuevo arzobispado y nombramiento del primer arzobispo en la persona de Pedro López de Luna al monarca Jaime II, al Cabildo catedralicio del Salvador de Zaragoza, a los Prelados sufragáneos, a la Ciudad de Zaragoza y a los vasallos de la mitra. Todas estas Bulas pontificias se custodian hoy en el Archivo Capitular de la Seo en el llamado ‘Armario de Privilegios’, donde están ubicados los documentos más importantes y antiguos de dicho Archivo.
De último obispo de Zaragoza, a primer arzobispo. Pedro López de Luna fue una de las personalidades más destacadas de la Corona de Aragón en el siglo XIV, aunando a su labor pastoral una intensa actividad política y diplomática en la corte papal de Aviñón. Miembro de la casa de Luna –uno de los linajes más ilustres y poderosos de Aragón- había sido canónigo de la catedral de Zaragoza y abad de Montearagón antes de su elección como obispo de Zaragoza en 1317, en el que sucedió – como ya hemos apuntado- a Jimeno de Luna. Al año siguiente, obtuvo el nombramiento de arzobispo de Zaragoza tras la elevación de la diócesis de Zaragoza al rango de archidiócesis.
¿Cómo fue su actividad pastoral? Durante su prelatura se celebraron dos concilios provinciales en los años 1318-1319 y 1342, concilios que en calidad de arzobispo le tocaba presidir, reunido con los obispos sufragáneos, y que sirvieron para reglamentar jurídicamente la vida diocesana, siendo uno de los principales medios de reforma de la Iglesia junto con la práctica de la visita pastoral. Falleció en el castillo de Figueruelas el 22 de febrero de 1345.
¿Hubo cambios en la catedral? La elevación a la dignidad de metropolitana tuvo también una enorme transcendencia en el propio edificio catedralicio. Tal y como relata el eclesiástico e historiador del siglo XVI Diego de Espés en su Historia Eclesiástica de Zaragoza, cuando Pedro López de Luna fue designado obispo de Zaragoza se encontró con una iglesia “muy antigua, baja y obscura”. Por ese motivo acometió la reforma del templo, sobreelevando el cuerpo de naves, y mandó edificar una capilla dedicada a san Bartolomé en el extremo septentrional de la nave del Evangelio para que pudiera servirle de enterramiento, aunque a su muerte el recinto aún no se había terminado, por lo que fue inhumado en el presbiterio mayor de la catedral. Desde entonces, la Seo de Zaragoza se convertirá –principalmente durante los siglos XIV, XV y XVI- en foco de atracción de los artistas más destacados de cada momento y en centro de irradiación de las principales novedades y estilos artísticos al resto de Aragón.