La Catedral de Barbastro se llenó en la tarde del Martes Santo, con fieles llegados de todos los arciprestazgos para participar en la Misa Crismal como testigos de la renovación de las promesas sacerdotales de sus presbíteros, revestidos de blanco. De esta manera, se significa especialmente que toda la comunidad cristiana es pueblo sacerdotal, por el bautismo recibido, así como la unidad de la Iglesia diocesana con su obispo.
A toda esa comunidad se dirigió Mons. Ángel Pérez Pueyo en su homilía: «Estamos todos, todos, todos, para que nadie se pierda. Con vuestro obispo a la cabeza, los ministros ordenados, consagrados y laicos, para agradecer a Dios el don de la unidad y de la comunión, para poder establecer la colaboración y la corresponsabilidad en la misión que nos ha sido confiada, para que todos los hijos del Alto Aragón oriental lleguen a la verdad y a la plenitud».
Don Ángel recordó que la renovación de las promesas sacerdotales las hace cada sacerdote «como copartícipe de la misión que a todos nos fue confiada, movidos solo por el celo de las almas que nos han sido confiadas» y todos ellos, subrayó, son «presencia de Cristo que pasa por la vida de todos«. Una presencia necesaria en este mundo en el que «el peor de los males es vivir sin Dios» y en el que la «Diócesis de Barbastro-Monzón tiene las puertas abiertas a todos, sin filtros, sin credenciales, sin méritos acumulados y en la que la única cofradía que se excluye es la que tiene en la boca: Esto siempre se ha hecho así; una diócesis hospital de campaña». Insistiendo en la unidad y comunión diocesana, manifestó que «somos una única y misma familia, donde solo es mayor el que más ama y más se entrega. Vale la pena pertenecer a esta gran familia, la familia de los hijos de Dios«.
En la celebración se bendijeron los santos óleos y se consagró el santo crisma, que se utilizarán en todas las parroquias de la diócesis cuando se administren los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los enfermos. A cada uno de ellos se refirió el obispo: el óleo de los catecúmenos -«no somos nosotros los que buscamos a Dios; Dios te busca para decirte que eres su, el amado, el predilecto, que se siente orgulloso de ti», – el de los enfermos -«Dios te sana, te cura y te libera» – y el santo crisma con el que «Dios te unge, te llena de su espíritu, te tatúa».
Unos jóvenes de Barbastro portaron el perfume, mientras los catequistas de Monzón ofrecieron el óleo de los catecúmenos y el grupo de Caridad de la Unidad Pastoral de Monzón, el de los enfermos. El arcipreste del Sobrarbre-Ribagorza, John Mario Moná, llevó el Santo Crisma, y representantes de las unidades pastorales de Benasque, Graus y Binéfar transportaron el resto de las ofrendas.
Finalizada la eucaristía, el obispo, acompañado del vicario general, Ángel Noguero, y del presidente del Cabildo Catedral, José Huerva, depositó óleos y crisma en la capilla de la pila bautismal, antes de invitar a los asistentes a cantar juntos el Himno de los Mártires. Las voces y música del Coro BARMON, que solemnizó magníficamente la Misa Crismal, arrastraron a los presentes a unirse a su interpretación