En el marco del III Ciclo de Conferencias de Pensamiento Cristiano organizado por Acción Social Católica, bajo el lema «¿Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús en el Siglo XXI?», se celebró el pasado 11 de marzo la segunda sesión del ciclo en el Centro Joaquín Roncal de Fundación Caja Inmaculada. En esta ocasión, la doctora en Teología y profesora de Sagrada Escritura en el CRETA, Estela Aldave Medrano, ofreció una profunda reflexión titulada «¿Morir por otros? El regalo de una entrega personal», centrada en el sentido de la muerte de Jesús desde una doble perspectiva: histórica y teológica.
Aldave comenzó reconociendo que hablar de la muerte de Jesús implica necesariamente abordar un acontecimiento complejo: «Jesús de Nazaret se nos escapa. Se nos escapan sus motivaciones profundas, y no deja de ser un atrevimiento plantear cómo afrontó su muerte». Aun así, destacó que el centro de la vida de Jesús fue su pasión por el Reino de Dios, lo que le llevó inevitablemente al conflicto y, finalmente, a la cruz. «Fue su particular modo de vivir el Reino lo que condujo a Jesús a la cruz», afirmó.
Desde una perspectiva histórica, subrayó que «la muerte de Jesús por crucifixión es incuestionable», pero que otras cuestiones —como la previsión que tuvo Jesús de su final o su modo de afrontarlo— siguen siendo objeto de reflexión. La teóloga señaló que los evangelios son fuentes con una alta carga teológica, que presentan la muerte de Jesús como algo necesario dentro del plan de Dios, como cumplimiento de las Escrituras y asumido voluntariamente por Jesús. Sin embargo, también contienen elementos que matizan esta lectura, como la angustia de Getsemaní o el grito en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
En su exposición, Aldave identificó diversos modelos bíblicos que pudieron haber influido en la autocomprensión de Jesús: los profetas perseguidos, el justo sufriente del Salmo 22, el siervo de Yahvé en Isaías y la fe en un Dios que resucita a los muertos. Sobre este último punto, indicó que «la fe en la resurrección es una fe que nace en contextos de sufrimiento e injusticia».
Profundizando en la reconstrucción histórica del proceso contra Jesús, Aldave habló del conflicto con las autoridades judías y del temor ante Roma como factores clave. «Estamos en un momento histórico delicado y en unos días del calendario igualmente delicados», explicó. Subrayó que los evangelios tienden a minimizar la responsabilidad de Pilato y a enfatizar la de las autoridades judías, una perspectiva que debe revisarse a la luz de lo que se sabe de la época.
Sobre la forma de muerte, recordó que la crucifixión era un castigo reservado a los esclavos y a los considerados como los últimos en la escala social. «Jesús murió como el último, como uno de los últimos», señaló. También subrayó el papel de las mujeres, testigos de la crucifixión y del sepulcro, como elemento clave para la historicidad del relato.
En la parte final de su intervención, la profesora Aldave se centró en las primeras interpretaciones de la muerte de Jesús, ya presentes en las cartas de san Pablo y en tradiciones anteriores a los evangelios. Destacó que «la muerte de Jesús fue fecunda también por el modo en que él la afrontó y la vivió».
A partir de dos textos clave —Marcos 10 y Juan 13— explicó cómo los evangelistas interpretan la muerte de Jesús en clave de entrega. En Marcos, «no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos». Y en Juan, el gesto del lavatorio de los pies aparece como una anticipación simbólica de la cruz: «Jesús imita en la cruz el modo de actuar del Padre: sin violencia, con libertad, con amor».
La teóloga concluyó su intervención apelando a la dimensión ejemplar de esta entrega: «De esta entrega también tenemos que aprender nosotros», afirmó, citando la Primera Carta de Juan: «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos».