La resurrección de Jesús: un misterio que transforma la vida cotidiana, por Cristina Inogés

David López
19 de abril de 2025

En el marco del III Ciclo de Conferencias de Pensamiento Cristiano organizado por Acción Social Católica, bajo el lema «¿Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús e

n el Siglo XXI?», la teóloga Cristina Inogés Sanz ofreció una conferencia profundamente inspiradora que abordó uno de los pilares de la fe cristiana: la resurrección de Jesús. Este ciclo, celebrado en el Centro Joaquín Roncal de Fundación Caja Inmaculada durante el mes de marzo de 2025, busca ofrecer un espacio de reflexión y diálogo sobre los grandes misterios de la fe desde una perspectiva actualizada y abierta al mundo contemporáneo.

La teóloga comenzó recordando que «Dios es misterio», y que «esa frase tiene que estar ahí siempre». En este sentido, subrayó que es importante «reconciliarnos con lo antiguo», con lo que está en los orígenes, aunque nos parezca lejano. «Hay que aceptar que muchas veces no podemos demostrar ni explicar, pero sí experimentar», afirmó.

A lo largo de su exposición, Inogés trazó un recorrido por las diversas formas en que las culturas antiguas han expresado el deseo de vida después de la muerte. Desde los enterramientos de los neandertales hasta los mitos egipcios, pasando por la esperanza de resurrección en el judaísmo, mostró que el anhelo de trascendencia es universal. «Lo que nos decía Steiner del pulsar de una fuente lejana es situar nuestras fuentes a dos mil años de distancia», explicó.

Ya en el ámbito cristiano, la ponente destacó que «nadie sabe a ciencia cierta cómo fue la resurrección, porque nadie estaba allí para verlo». Y añadió: «El hecho de que los cuatro evangelios nos hablen de la resurrección es ya una prueba evidente de la historicidad del hecho».

Inogés precisó que se trata de un hecho histórico «que sucede fuera de la historia», porque Jesús, al morir, sale de la historia, y la resurrección ocurre en ese ámbito otro, más allá del tiempo. «Los evangelistas hablan con un lenguaje que pudieran entender sus comunidades, escribían a su estilo, con sus ideas», comentó.

En cuanto a los relatos del sepulcro vacío, la teóloga señaló que «no todos los evangelistas relatan lo mismo». Mientras Mateo menciona solo a María Magdalena y la otra María, Marcos añade a Salomé, y Lucas precisa que las mujeres eran las que habían seguido a Jesús desde Galilea. A pesar de las diferencias, todos coinciden en que «a las mujeres se les confía lo nuclear de la fe».

Sobre el uso del lenguaje teofánico, Inogés aclaró que «no se lo inventan», pero que «les resulta muy complicado explicar algo que no han visto». Por eso, en Mateo, «un ángel baja del cielo», en Marcos «ven a un joven vestido de blanco» y en Lucas «aparecen dos hombres con vestidos refulgentes». «Lo que quieren dejar clarísimo es que Jesús no estaba entre los muertos, sino que había resucitado», resumió.

La teóloga subrayó la diferencia entre los sinópticos y el evangelio de Juan, que «se escribe mucho después» y refleja «una reflexión más madura, que no necesita tanta espectacularidad». En este evangelio, destacó el relato de María Magdalena, quien «solo reconoce a Jesús cuando escucha su nombre». Y explicó: «Su nombre significa encuentro, es una forma de amor, pero también de presencia».

Inogés interpretó la experiencia de Tomás como una escena de profunda intimidad: «Tocar un cuerpo significa mucha cercanía. Acariciar unas heridas es algo que solo hace quien se siente muy cercano al herido». Por eso, insistió en que «las heridas de la pasión se convierten en el documento de identidad del Resucitado».

Uno de los momentos más destacados de su intervención fue la explicación del pasaje de los discípulos de Emaús. «Jesús se acercó, no apareció. Se puso a caminar con ellos. No frena su camino, sino que facilita que sigan adelante», explicó. Subrayó el valor de que uno de los discípulos se llame Cleofás, que significa «visión de gloria», como una pista teológica de la presencia divina.

«Jesús no dice: soy yo, el resucitado. Lo primero que hace es interesarse por ellos», dijo Inogés. Los discípulos lo invitan a quedarse, y solo «al partir el pan lo reconocen». Esa acción les evoca la memoria del corazón, y «salen disparados a Jerusalén a contarlo».

La ponente destacó que, mientras Lucas «intenta dejar en buen lugar a Pedro», no narra el encuentro del Resucitado con él, sino que presenta «la maravilla del relato de Emaús». Para ella, «la vida corriente es el lugar donde se hace presente la resurrección».

En la parte final de la conferencia, Inogés citó el texto de san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe». Recordó que la primera proclamación cristiana fue simplemente: «Cristo ha resucitado». Y comentó que Pablo transmite lo que ha recibido: «murió, fue sepultado y resucitó».

La teóloga criticó el deseo moderno de pruebas tangibles de la fe: «Convertimos la resurrección en una especie de representación hollywoodiense, como si necesitáramos que la fe fuera demostrable». Y añadió con ironía: «Hay gente que cree más en una imagen generada por inteligencia artificial que en el Evangelio».

En su conclusión, Inogés afirmó que «la resurrección es una experiencia de cada uno en relación con una persona, con Jesús, pero también en relación con quienes hacemos camino». E insistió: «No resucitamos en el más allá, sino en el más aquí». Para ella, la clave está en vivir la esperanza no como idea abstracta, sino como dinamismo vital.

«Nuestra vida es una continua Pascua», dijo. Y terminó con una invitación: «Entreguemos nuestra vida a aquello que merece la pena que sea eterno, aunque sea pequeño y parezca insignificante. Porque Dios es misterio. Y eso debemos tenerlo presente siempre».

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