Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

A hombros de gigantes

16 de abril de 2025

Es Miércoles Santo. En plena Semana Santa que comenzamos el pasado Domingo de Ramos.

El centro, el fundamento, la razón de la Semana Santa y Pascua de Resurrección es Jesús, el Señor.

Una verdad de Perogrullo, ¿verdad?

No tanto, me parece. Porque Semana Santa y Pascua no es el tronar de tambores y trompetas, cofrades vestidos de bellos colores. Lo que, evidentemente, no me disgusta. Más bien, me gusta. No hasta el fanatismo, claro. Porque ese no es el sentido de la Semanas Santa y Pascua.

Para muchos, puede que sí sea una fiesta de tambores y cofradías. Para otros muchos, ¿más que para los otros?, es una fiesta de fe y de agradecimiento. Para otros, una gran fiesta cultural de ‘interés turístico’.  No busco ni defino comparaciones. El interior del corazón solo lo conoce el propio corazón y el Buen Dios y Padre.

Pero la realidad de muchos y la posibilidad de otros tantos, es realmente una subida a los hombros de Jesús. Más que un gigante. Y desde los hombros de Él, la realidad se ve de otra manera: profundidad, admiración, fe, vida entregada, amor sin fondo, entrañable misericordia.

El origen de la sentencia nos lleva a Isaac Newton. Está en una carta que este escribió a Robert Hooke el 15 de febrero de 1676. La frase exacta era: “Si he llegado a ver más lejos que otros es porque me subí a hombros de gigantes”.

El sentido de la cita de Newton viene a decir que uno alcanza algo o ha llegado donde ha llegado, no sólo por sus propias virtudes, sino porque se apoya en los conocimientos y en los saberes que otros han construido antes.

En realidad, Newton estaba parafraseando a san Bernardo de Claraval, un santo filósofo y teólogo del siglo XII que había dicho lo siguiente, según dejó escrito Juan de Salisbury: “Somos como enanos aupados a hombros de gigantes, de manera que podemos ver más cosas y más lejanas que ellos, no por la agudeza de nuestra vista o por nuestra elevada estatura, sino porque estamos alzados sobre ellos y nos elevamos sobre su altura gigantesca.

Esto que dicen Newton o San Bernardo tiene una aplicación a Jesús para los cristianos. Quitamos la letra ese final y lo dejamos en Gigante con mayúscula.

Subidos a los hombros de Jesús (mejor: acogiéndolo en nuestro corazón), las cosas, la realidad, se comienzan a ver de otra manera.

Semana Santa y Pascua, entrega, muerte y resurrección del Señor, es tiempo de subirse a los hombros de Jesús y comenzar a ver las cosas de otra manera. O, desde esos hombros, renovar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

Subidos a los hombros de Jesús descubriremos el Amor del Padre, al mismo Jesús, al Espíritu Santo, y miraremos a todos como hermanos. Desde los hombros de Jesús solo se ven hermanos.

Si en nuestra Iglesia, en nuestros grupos cristianos, entre obispo, presbíteros y diáconos, no aceptamos subirnos a los hombros de Jesús, no habrá Iglesia, ni fraternidad (tan cacareada inútilmente a veces), ni comunidad cristiana, ni Eucaristía celebrada con autenticidad…

Si en nuestra Iglesia, en nuestros grupos cristianos, entre obispo, presbíteros y diáconos, aceptamos subirnos a los hombros de Jesús, habrá Iglesia, fraternidad (no cacareada, sino vivida), comunidades cristianas, Eucaristía vivida con autenticidad.

En Semana Santa y Pascua se nos ofrece la gracia de subirnos a los hombros de Jesús para comenzar a ver TODO, TODO, TODO, de otra manera.

¡A VIVIR SEMANA SANTA Y PASCUA!

¡FELIZ PASCUA A TODOS!

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