Es Miércoles Santo. En plena Semana Santa que comenzamos el pasado Domingo de Ramos.
El centro, el fundamento, la razón de la Semana Santa y Pascua de Resurrección es Jesús, el Señor.
Una verdad de Perogrullo, ¿verdad?
No tanto, me parece. Porque Semana Santa y Pascua no es el tronar de tambores y trompetas, cofrades vestidos de bellos colores. Lo que, evidentemente, no me disgusta. Más bien, me gusta. No hasta el fanatismo, claro. Porque ese no es el sentido de la Semanas Santa y Pascua.
Para muchos, puede que sí sea una fiesta de tambores y cofradías. Para otros muchos, ¿más que para los otros?, es una fiesta de fe y de agradecimiento. Para otros, una gran fiesta cultural de ‘interés turístico’. No busco ni defino comparaciones. El interior del corazón solo lo conoce el propio corazón y el Buen Dios y Padre.
Pero la realidad de muchos y la posibilidad de otros tantos, es realmente una subida a los hombros de Jesús. Más que un gigante. Y desde los hombros de Él, la realidad se ve de otra manera: profundidad, admiración, fe, vida entregada, amor sin fondo, entrañable misericordia.
El origen de la sentencia nos lleva a Isaac Newton. Está en una carta que este escribió a Robert Hooke el 15 de febrero de 1676. La frase exacta era: “Si he llegado a ver más lejos que otros es porque me subí a hombros de gigantes”.
El sentido de la cita de Newton viene a decir que uno alcanza algo o ha llegado donde ha llegado, no sólo por sus propias virtudes, sino porque se apoya en los conocimientos y en los saberes que otros han construido antes.
En realidad, Newton estaba parafraseando a san Bernardo de Claraval, un santo filósofo y teólogo del siglo XII que había dicho lo siguiente, según dejó escrito Juan de Salisbury: “Somos como enanos aupados a hombros de gigantes, de manera que podemos ver más cosas y más lejanas que ellos, no por la agudeza de nuestra vista o por nuestra elevada estatura, sino porque estamos alzados sobre ellos y nos elevamos sobre su altura gigantesca.
Esto que dicen Newton o San Bernardo tiene una aplicación a Jesús para los cristianos. Quitamos la letra ese final y lo dejamos en Gigante con mayúscula.
Subidos a los hombros de Jesús (mejor: acogiéndolo en nuestro corazón), las cosas, la realidad, se comienzan a ver de otra manera.
Semana Santa y Pascua, entrega, muerte y resurrección del Señor, es tiempo de subirse a los hombros de Jesús y comenzar a ver las cosas de otra manera. O, desde esos hombros, renovar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.
Subidos a los hombros de Jesús descubriremos el Amor del Padre, al mismo Jesús, al Espíritu Santo, y miraremos a todos como hermanos. Desde los hombros de Jesús solo se ven hermanos.
Si en nuestra Iglesia, en nuestros grupos cristianos, entre obispo, presbíteros y diáconos, no aceptamos subirnos a los hombros de Jesús, no habrá Iglesia, ni fraternidad (tan cacareada inútilmente a veces), ni comunidad cristiana, ni Eucaristía celebrada con autenticidad…
Si en nuestra Iglesia, en nuestros grupos cristianos, entre obispo, presbíteros y diáconos, aceptamos subirnos a los hombros de Jesús, habrá Iglesia, fraternidad (no cacareada, sino vivida), comunidades cristianas, Eucaristía vivida con autenticidad.
En Semana Santa y Pascua se nos ofrece la gracia de subirnos a los hombros de Jesús para comenzar a ver TODO, TODO, TODO, de otra manera.
¡A VIVIR SEMANA SANTA Y PASCUA!
¡FELIZ PASCUA A TODOS!