Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del I Domingo de Cuaresma – C – (09/03/2025)
¿Qué otra cosa podía ocurrirle después de un ayuno tan prolongado? El Evangelio según san Lucas nos dice, en este primer domingo de Cuaresma, que el Espíritu llevó a Jesús, «durante cuarenta días por el desierto. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre» (Lc 4, 1-11). El párroco nos ha advertido que, en la Biblia, el número “cuarenta” es un número simbólico que recuerda otras cuarentenas del pueblo de Dios: los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años caminando por el desierto hacia la libertad, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y su ascensión a la derecha del Padre… La cuarentena cuaresmal propone un tiempo de cambio, de transición hacia una vida nueva, pero…
– ¿Qué cambio tenía que experimentar tu vida para que el Espíritu te empujase a vivir una cuarentena de ayuno y oración en el desierto? -he preguntado a Jesús cuando ya estábamos dispuestos a saborear nuestro café dominical-.
– Pues el mismo cambio que estáis llamados a realizar vosotros -me ha respondido tomando una de las tazas de café entre sus manos tratando de que no se le enfriasen-. ¿Es que nunca os sentís atraídos por una vida más fácil? ¿Nunca pensáis que los ricos son felices y por eso deseáis serlo? ¿No escucháis todos los días, en la publicidad, la llamada a comprar un billete de lotería con el que haceros ricos y, de paso, contribuir a una buena labor social…? Ahí tienes la clave de las pruebas a las que el tentador me sometió igual que os somete a vosotros. Vino a decirme: así de fácil es ser feliz; si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes…
– Pero, ¿qué hay de malo en vivir bien? -he reaccionado acercándome una taza a los labios-.
– Aparentemente, nada; sólo que ese deseo oculta un engaño.
– ¿Un engaño? -he dicho con sorpresa-.
– Sí; y no te sorprendas. El mismo engaño con el que la serpiente (o sea: el Maligno) tentó a Eva y Adán en el paraíso. Entonces les llevó a desconfiar del Padre: «Bien sabe Dios que si coméis de ese árbol se os abrirán los ojos y seréis como Él en el conocimiento del bien y del mal». ¿No lo has oído en más de una ocasión? A ellos les hizo desconfiar del Padre, a mí me tentó incitándome a desviarme de mi misión: «si eres Hijo de Dios…» manifiéstalo ya y utiliza ese poder divino para saciar tu hambre. ¿Cuántas veces recordé a mis discípulos que había venido a servir, no a ser servido? Cuando multipliqué unos pocos panes y peces, lo hice para que la multitud no desfalleciera en el camino de vuelta a sus casas, pero me oculté en cuanto quisieron hacer de mí un líder que echase a los romanos de su tierra… El querer vivir bien comporta el riesgo de poner la propia satisfacción por delante de la voluntad del Padre. Ésa es su maldad, y lo hace disimuladamente; ése es su engaño.
– Y ¿qué pasa con las otras dos tentaciones? -he añadido intrigado-.
– Son lo mismo: vivir bien, ser alabado por la gente, tener poder… son otros tantos riesgos a los que arrastra el propio deseo cuando lo ponéis por delante de la voluntad del Padre Él me envió a servir, no a servirme. ¿No te das cuenta de que ahí está la raíz de los males que os afligen?
– O sea que hacer frente al autoengaño de la tentación son “los deberes” que me pones para la cuarentena cuaresmal de este año -he concluido-.
Jesús me ha mirado con cariño mientras me abrazaba y me decía: Hazlo y tendrás vida.
Pedro Escartín Celaya