El pasado miércoles comenzamos el tiempo de Cuaresma con el signo penitencial de recibir la ceniza, escuchando la invitación a la conversión, a dar más protagonismo al Evangelio en nuestras vidas, invitación a acercarnos al hermano, invitación a una renovación interior.
Tenemos 40 días para optar decididamente por una renovación que nos permita crecer en caridad y después celebrar con gozo el triunfo de Cristo en la Pascua. Triunfo sobre el pecado y la muerte que nos abre a todos a la Nueva Vida de los Hijos de Dios. Celebraremos que Cristo es el centro de nuestra vida ya que, siguiéndole a él, viviendo como él, alcanzaremos el favor de Dios y llegaremos después a la vida eterna.
Nos lo piden nuestra fe y nuestra esperanza. Es tan grande el premio, la meta alcanzar que bien merece nuestro esfuerzo, dejarnos hacer nuevos por la gracia de Dios, para que vivamos ya está en esta vida la alegría del Reino de Dios y después participemos del amor de Dios por toda la eternidad.
El Papa Francisco en su mensaje para está Cuaresma nos invita a seguir profundizando en lo que significa caminar juntos en la esperanza desde el descubrimiento de las llamadas a la conversión que Dios nos ofrece.
Primera llamada a caminar: Israel camina por el desierto 40 años en busca de la tierra prometida. Jesús estuvo 40 días en el desierto antes de comenzar la predicación del Reino. Viajes para la libertad y para vivir la nueva vida de hijos de Dios, liberados de la esclavitud al pecado. El que está quieto, el que se conforma con la vida que lleva no alcanza la liberación, no llega a la nueva vida. Francisco nos plantea una pregunta “¿busco caminos de liberación de las situaciones del pecado y falta de dignidad?” Nos invita a que pensemos, miremos a los emigrantes o a los peregrinos como forma para ser nosotros “mejores caminantes hacia la casa del Padre”.
Segunda llamada, a caminar juntos, porque somos iglesia, comunidad de los seguidores de Jesús, no podemos avanzar solos, sin pensar en el otro; tenemos que estar siempre dispuestos a buscar al hermano. Podemos pensar en la parábola del Buen Samaritano, nos ayudará a respondernos a la pregunta a qué hermano debo buscar, quién es mi prójimo, el que me necesita. Para qué le buscamos, para vivir en unidad, para construir fraternidad en nuestro mundo individual e insolidario, para vivir en actitud sinodal de sembrar amor y paciencia y, para incorporar a nuestra comunidad a quien lo necesite.
Tercera llamada a la esperanza en la resurrección y en el amor de Dios que nunca nos abandona, que nos hace confiar en la esperanza que no defrauda porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5) Francisco nos invita a preguntarnos, “¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados o me comporto como si pudiera salvarme solo?” La esperanza me mueve al compromiso por la justicia y la fraternidad.
“Que la Virgen María madre de esperanza interceda por nosotros y nos acompaña en el camino cuaresmal”