Soy Toño, delegado de Apostolado Seglar de la diócesis de Tarazona, presidente diocesano de Acción Católica General, y catequista de confirmación en la Parroquia de San Juan el Real de Calatayud.
Necesitamos escuchar a Dios y dialogar con El a través de la oración para poder dar respuesta a la pregunta: ¿Para quién soy yo? En la respuesta está nuestra vocación. Pero debemos, de verdad, mantener esa conversación con el Padre de amigo a amigo (“ya no os llamo siervos, si no amigos” Jn 15,15), dejándonos tocar el corazón, sin miedo, abandonándonos en sus manos con la confianza de que Él nos reserva lo mejor. La vocación nace del amor de Dios y tiene que ser transformadora del mundo con amor, fe y esperanza.
El Congreso de Vocaciones ha sido una verdadera fiesta, una fiesta del Espíritu, que nos ha hecho reflexionar sobre la vocación como regalo y llamada para el servicio, de entrega a los demás.
Durante estos días hemos tenido la oportunidad de escuchar a diferentes personas dándonos testimonio de su vocación, experiencias de vida que me han ayudado a pensar en mi entrega a los demás y en cómo es nuestra iglesia diocesana. Tiene que servirnos para transmitir lo que hemos vivido en nuestra diócesis y así contagiar a nuestros hermanos y hermanas ya que a veces vivimos la fe con cierta apatía.
Tenemos que estar alegres y transmitir nuestra alegría, porque hemos tenido la suerte de haber conocido el amor del Padre, y no podemos quedárnoslo para nosotros, tenemos que compartirlo con los demás, para dar esperanza a tantas y tantas personas que la necesitan hoy en día. Tenemos que ser una Iglesia vocacional en todas sus dimensiones, donde laicos, sacerdotes y consagrados enriquezcamos la comunidad y llevemos el amor de Dios a nuestros entornos respondiendo con valentía cada uno a nuestra llamada, y tenemos que dar testimonio con nuestras vidas, cada uno desde donde el Padre le haya llamado.
A veces la costumbre, la excusa de falta de tiempo, el vivir deprisa sin sentido… nos hacen olvidarnos de parar, guardar silencio y escuchar a Dios. No vamos a encontrar respuestas si no somos capaces de escuchar.
Vuelvo con el convencimiento y la esperanza de que, si ponemos nuestros talentos al servicio de Dios, podemos vivir una Iglesia transformadora, para hacer más presente el Reino de Dios y sembrar esperanza.
Espero con estas palabras haber transmitido la alegría y la esperanza de todo lo vivido, y me atrevo a pedir que llevéis a vuestra oración la pregunta “¿Para quién soy yo?”
Gracias a todas las personas de la diócesis por todos los momentos vividos, y por hacer tan fácil las cosas, testimonio de comunidad.