Son las dos situaciones que pueblan nuestro mundo. Hay una tercera situación (¿minoritaria? Ojalá que no): la de la frugalidad libre y consciente. La que no despilfarra nada. La que consume con conciencia solidaria. No desperdicia alimentos y comparte todo lo que puede.
Estamos viviendo la Semana contra el Hambre de MANOS UNIDAS. Tiempo de concienciación. Tiempo de ‘la’ colecta. Para muchos, la principal del año, sin quitarles su importancia a las demás colectas y campañas. Su objetivo es “compartir la prosperidad para erradicar la pobreza, el hambre y la desigualdad” en el mundo.
Por ejemplo, ésta: «Las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población mundial». António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
La desigualdad creciente es el mayor reto al que se enfrenta hoy la humanidad. Implica la exclusión o discriminación de muchos millones de seres humanos, es permanente y supone un profundo deterioro en las condiciones de vida digna de las personas. Además, atenta contra todos los derechos humanos que piden y reclaman una vida verdaderamente humana, como son el trabajo digno, la alimentación, el agua y el saneamiento, la vivienda, la salud, la educación, la participación o un medio ambiente saludable. Y afecta, sobre todo, a los países más empobrecidos del Sur global.
A los del Norte global, como nos afecta menos, nos parece que no es tan grave y extendido este problema. Y hasta desperdiciamos a mansalva.
En el mundo se desperdician al año más de 4.000 millones de toneladas de alimentos (Programa Mundial de Alimentos de la ONU -PMA-). Necesitamos urgentemente tomar conciencia en nuestras vidas personales y familiares y convertirnos en personas que participan activamente en el “StopDesperdicio”.
Todo lo que se haga contra la pobreza y el hambre, es bienvenido. Y pone en acción a muchos voluntarios. Nos puede hacer bien, y mucho, detenernos en los 4.000 millones de toneladas de alimentos que desperdiciamos y reflexionar un poco. Porque, de esos millones, una parte es tuya y mía, aunque sean pequeñas las dos. Pues… ¡a evitarlas!
Los objetivos de la gran política y de las grandes organizaciones, aunque nunca se cumplan cabalmente, son necesarios. Pero igualmente es necesaria la conciencia de cada uno de nosotros para no desperdiciar tanto alimento en un mundo habitado por millones de hambrientos. Porque el desperdicio de alimentos es “un fenómeno que interpela cada día más nuestras conciencias”, dice el Papa Francisco en un mensaje dirigido al presidente del PMA. En este mensaje, Francisco nos compromete a todos los bautizados: «La Iglesia Católica desea colaborar con el Programa Mundial de Alimentos, reafirmando que todo ser humano tiene derecho a una alimentación saludable y sostenible«
Vivimos totalmente inmersos en lo que san Juan Pablo II, recuerda Francisco, llamó “la paradoja de la abundancia” en la que muchos “no pueden alimentarse ni sana ni suficientemente”, mientras que otros “malgastan y derrochan sin control”. Estamos llamados a no participar de esa paradoja de la abundancia con una alimentación responsable sin desperdicios y con una solidaridad con los que rebuscan y rebuscan en muchos basureros del mundo y en contenedores de nuestras ciudades.
Vivimos entre nosotros -con pobres también a nuestro lado- en la cultura del derroche que lleva consigo el desperdicio no solo de alimentos, sino también de ropa, de luz, de agua… que se materializa en la actitud tan extendida de ‘usar y tirar’, incluidas las mismas personas. Todos estamos convocados urgentemente a tomar conciencia de esta realidad y actuar consecuentemente en nuestra propia vida.
Caminar en esta dirección nos compete a todos personalmente, antes incluso que a los Organismos Internacionales y a los Gobiernos. Estos necesitan de la presión pacífica, constante y masiva de los ciudadanos en el ‘a pie de calle’ de cada día y en acciones especiales con la finalidad de acabar con el hambre en el mundo. Cuando el Papa, en su mensaje, dice todos, se refiere también a la familia, la escuela y los medios de comunicación, pues “nadie” puede quedar al margen de la lucha contra esta cultura que va matando a tantas personas, “especialmente a los pobres y vulnerables de la sociedad”.
Asegura el Papa en su mensaje que, si queremos construir un futuro en el que nadie quede excluido, “tenemos que plantear un presente que evite radicalmente el despilfarro de comida”.
Nuestro compromiso y dedicación a una vida de consumo razonable y austero en el uso de los alimentos y de todo lo que necesitamos, irá avivando “en todos los hombres de buena voluntad el deseo de construir un mundo nuevo y mejor, bajo la bandera de la fraternidad, la justicia y la paz. Que Dios bendiga a los que transiten por este camino”.