Compromiso y esperanza. Carta del obispo de Barbastro-Monzón. 2 de febrero de 2025

Ángel Pérez Pueyo
1 de febrero de 2025

La víspera de la Candelera del año 2015 llegué a Barbastro desde Roma a las dos de la madrugada tras una tortuosa travesía por el Mediterráneo. Todas las calles del centro de la ciudad estaban cortadas y no acertaba a llegar al seminario donde me esperaba mi predecesor, don Alfonso Milián. A esas horas intempestivas tampoco encontré vecinos por las calles a quien preguntar. Javier Malo, administrador del colegio de Roma, cuál padrino de boda que viene a entregar a la esposa, nuestra amada Diócesis de Barbastro-Monzón, al esposo que la iglesia confiara, circunvalando la ciudad dio por fin con el destino exacto. Hicimos levantar de la cama a don Alfonso, despertamos a todo el mundo y acomodamos nuestras cosas.

Así, con nocturnidad y alevosía, inicié la misión que, una década después, sigue iluminando mi corazón.

Han pasado ya diez años desde aquel gélido 22 de febrero de 2015, cuando, en la Catedral de Barbastro, recibí la consagración episcopal de manos del cardenal Ricardo Blázquez y tomé posesión de esta bendita tierra sembrada por la sangre de tantos mártires.

Desde entonces, mi propósito ha sido claro, como la candela que encendió don Alfonso en el convento de las Clarisas de Monzón, mi vida y mi ministerio pastoral ha intentado ser luz, encendiendo el corazón de cada uno de los hijos del Alto Aragón, ofreciendo a Cristo como el único faro que conduce a puerto seguro. Quise ser, como aquella primera candela prendida en el monasterio de la Inmaculada, mi verdadera Betania, además de luz, calor, caricia de Dios que engendra familia o bálsamo y ternura de Dios que sana todas nuestras heridas. Y, por último, fuego, que purifica y destruye lo que nos impide crecer. Y, como toda vela encendida, en el gobierno de la diócesis hemos tenido que purificar ciertas ciertas actitudes, comportamientos o modos de proceder que no responden al modo de ser y vivir de la iglesia comunión, sinodal, corresponsable y misionera. De ahí ha surgido la flamante reestructuración que se ha hecho de la diócesis, optimizando TODOS los recursos humanos que disponíamos

A lo largo de estos años, la Diócesis de Barbastro-Monzón ha vivido una transformación profunda, un “milagro de Dios” hecho realidad. No han faltado los desafíos ni las resistencias de quienes buscaban sus propios intereses, pero siempre hemos procurado caminar con la comunidad, escuchando y discerniendo juntos los pasos a seguir. La reestructuración pastoral nos ha permitido optimizar los recursos humanos y materiales para atender mejor las necesidades reales de nuestra gente.

Desde el principio, nuestra visión ha sido clara: abrir las puertas de la Iglesia al mundo, hacerla accesible, cercana, encarnada en la vida cotidiana de nuestra gente. No es tiempo de clérigos funcionarios, alejados en torres de marfil, sino de pastores humanos y sensibles a las necesidades de nuestro pueblo. Por eso, nuestra diócesis ha trabajado incansablemente en proyectos que no solo fortalecen la fe, sino que la hacen viva y operante en la sociedad.

Con mi afecto y mi bendición,

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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