– Papá, ¿esos son los señores de la basura?
– No, hijo, ellos son los de la limpieza, los de la basura somos nosotros.
Ahí tenéis la viñeta en la que un niño hace esa pregunta a su papá al ver a unos señores que están limpiando la calle y recogiendo la basura. La respuesta del padre es apoteósica. Y más verdadera que todos los prejuicios y desprecios que puedan recibir quienes limpian nuestras calles de lo que ‘los limpios’ ensuciamos.
Me he acordado de esta viñeta (guardada y vista muchas veces) al leer este artículo de hace unos días:
“Hombres y mujeres invisibles. Anónimos. Manuel, Alfonso, Antonio, Isabel… Son basureros. Ahora los llaman ‘operarios de recogida de residuos’. Llueva o nieve, cada mañana, mientras la ciudad aún duerme, salen a trabajar. Disciplinados, duros y silenciosos, realizan un trabajo ingrato, pero esencial. Más de una vez aguantan insultos de chavales ebrios o miradas de desprecio de personas sobrias. Soportan frío, calor e indiferencia sin quejarse. Y cumplen con su labor fundamental que damos por hecha, como si la basura se recogiera sola. Esta carta va dedicada a los imprescindibles basureros. Anónimos. Hombres y mujeres invisibles”[1]
‘Operarios de recogida de residuos’. Se lo dices a un vecino o vecina y no saben a qué oficio te estás refiriendo. Haz la prueba, si te parece.
Es la consecuencia de vivir en una sociedad líquida, superficial, de las formas externas, no del sentido y de la verdad (sociedad hecha por nosotros, no por alienígenas). Se disimula la realidad con palabras que quieren camuflarla intentando que todo cambie para que todo siga igual (El Gatopardo dixit). Ser ‘basurero’ no mola en esta sociedad nuestra. Sigue habiendo basureros porque son imprescindibles, pero les cambiamos el nombre y los ‘dignificamos’. Hipocresía social y monumental al canto.
Basurero, abogado, médico, juez… son oficios necesarios realizados por personas en nuestro mundo. Necesarios e igualmente imprescindibles. Todos. Pero… ¿unos son dignos y otros no?
¿Qué pasaría en nuestros pueblos y ciudades sin basureros? Pensémoslo un momento.
¿No somos todos personas humanas? Por tanto, igualmente dignas y necesarias. ¿O no?
Y ¿qué es más importante: la persona o el oficio?
Son preguntas que más simples no pueden ser. Pero ¿nos las hacemos alguna vez? Igual es necesario que nos las planteemos ante este oficio y otros muchos. Porque las preguntas sencillas pueden ser las más necesarias. Y lo son muchas veces. Nos ayudan a ir a lo esencial. Pero no nos las hacemos y, por eso, siguen y siguen las diferencias sociales.
No me alargo más. Solo repito
Hombres y mujeres invisibles.
Anónimos.
Manuel, Alfonso, Antonio, Isabel… Son basureros.
Ahora los llaman ‘operarios de recogida de residuos’.
Llueva o nieve, cada mañana, mientras la ciudad aún duerme, salen a trabajar.
Disciplinados, duros y silenciosos, realizan un trabajo ingrato, pero esencial.
Más de una vez aguantan insultos de chavales ebrios o miradas de desprecio de personas sobrias.
Soportan frío, calor e indiferencia sin quejarse.
Y cumplen con su labor fundamental que damos por hecha, como si la basura se recogiera sola.
Esta carta va dedicada a los imprescindibles basureros. Anónimos. Hombres y mujeres invisibles”.
Perdón, hermanos indispensables, por este artículo. Vosotros no lo necesitáis. El resto, que no somos ‘operarios de recogida de residuos’, es decir, BASUREROS, somos quienes lo necesitamos para reflexionar sobre nuestras actitudes ante personas con oficios tan dignos y necesarios como el vuestro.
No es condescendencia ‘desde arriba’, sino reconocimiento.
Y lo recuerdo: “No olvidemos que sólo en una ocasión es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo: solamente para ayudarla a levantarse. Es la única ocasión en la que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo”. (FRANCISCO. A la Curia Romana. 22 diciembre 2023. Repetido en otras muchas ocasiones)
[1] Javier Guajardo-Fajardo. XL SEMANAL 1940. 29 dic 24 – 4 ene 25. Pág. 1.
