Opinión

José Luis Lázaro

Periferias

La Cooperación fraterna como alternativa a la conflictividad social

24 de enero de 2025

Que estamos viviendo un tiempo, donde se está acentuando la conflictividad social, nadie lo puede negar.

Discursos basados en el odio; la discriminación de toda clase de diferencias entre los seres humanos; la culpabilización de los problemas en aquellos que “no son de los nuestros” o “vienen de fuera”; la búsqueda de proteccionismos para salvaguardar lo propio dentro de un mundo globalizado; el insulto y la descalificación como forma de relación verbal y pública, entre ciudadanos y gobernantes; la incapacidad para dialogar, escuchar y aceptar opiniones diferentes a las nuestras; la dificultad para alcanzar consensos que beneficien a las partes más débiles y vulnerables de la sociedad; o lo poco extendido y practicado, en nuestra sociedad, del perdón y del reconocimiento del propio error o de las cosas no realizadas en la forma más adecuada…

Encerrarnos en nuestra zona de confort o seguridad, sentirnos más fuertes que nuestros vecinos, pensar que podemos salvarnos sin contar con el resto de la humanidad, es un autoengaño que quizás pueda convencer a unos pocos, seducidos por un discurso de corte populista; pero, quienes vemos la realidad con una mirada contemplativa y evangélica, sabemos que, solamente, cuando los pueblos colaboran, cooperan y trabajan unidos, el mundo mejora y las personas se enriquecen con el intercambio mutuo.

Quiero mencionar una de las primeras experiencias de la humanidad, recogida por escrito, sobre cooperación comunitaria y fraternal. Es la gran colecta que solicita, el apóstol Pablo, a las comunidades de Corinto, Macedonia y Acaya, donde participaron cristianos de estas comunidades, pero también los tesalonicenses y los filipenses, destacados por su generosidad (2 Cor 8, 1-5); para ayudar a las hermanos cristianos más necesitados, de la comunidad de Jerusalén.

«Pero ahora voy a Jerusalén, para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los pobres que hay entre los santos de Jerusalén. Tuvieron el gusto y además estaban obligados a ello; pues si los gentiles han compartido los bienes espirituales de los santos, ellos por su parte deben prestarles ayuda en lo material. Así pues, cuando haya concluido este asunto, sellándolo con la entrega del fruto de la colecta, pasaré entre vosotros de camino hacia España».

Esta primera colecta “como Iglesia universal”, nos recuerda que no podemos conformarnos en vivir nuestra fe en Jesucristo, en el pequeño ámbito de nuestra iglesia particular; sino que, la llamada universal a vivir la fe con todos los pueblos de la tierra, nos interpela, también, en las condiciones de vida de tantos hermanos y hermanas que no tienen las condiciones necesarias para llevar una vida digna, tal y como Dios quiere para todas sus criaturas.

Posteriormente, cuando el Magisterio Social de la Iglesia se sistematizó y se recogió en forma de Compendio Social, se empezó a hablar de la Cooperación “como una de las respuestas más fuertes a la lógica del conflicto y de la competencia sin límites, que parece prevalecer hoy. Las relaciones que se instauran en un clima cooperativo y solidario superan las divisiones ideológicas, impulsando a la búsqueda de lo que une más allá de lo que divide”.

Las diferentes experiencias de voluntariado constituyen un ejemplo de gran valor, que lleva a considerar a la sociedad civil como lugar donde es siempre posible la recomposición de una ética pública centrada sobre la solidaridad, la colaboración concreta y el diálogo fraterno. 

Colaborar, con la propia acción personal, para el bien de la comunidad en general y, teniendo una mirada, en particular, sensible a los más débiles y vulnerables; nos ayudará a comunicar que la cooperación fraterna, puede ser una alternativa viable y poderosa para construir una sociedad donde el centro habrá de ser siempre la persona humana, y nunca el interés o la búsqueda de un beneficio o rédito de carácter político-económico.

Cuando somos capaces de mirar más allá de nuestras fronteras, reconociendo que somos llamados a vivir como hermanos, es entonces cuando podemos creer que el desarrollo no es sólo una aspiración, sino un derecho que lleva consigo una obligación. Y “la cooperación al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre, es un deber de todos para con todos y, al mismo tiempo, debe ser común a las cuatro partes del mundo: Este y Oeste, Norte y Sur”.

La cooperación internacional requiere que, más allá de la estrecha lógica del mercado, exista conciencia de un deber de solidaridad, de justicia social y de caridad universal. La cooperación es el camino que la Comunidad Internacional debe recorrer. Hoy, más que nunca, hace falta poner en la palestra este pensamiento, para que la polarización y la conflictividad social, en todos sus acentos, no nos lleve a creer que es imposible vivir la cooperación fraterna entre personas, pueblos y sociedades, sociológicamente diferentes o situados en procesos de participación históricos, que nada tienen que ver con los propios.

Hay una entidad eclesial, Cáritas, que también trabaja en el ámbito de la Cooperación Internacional y, gracias a esta proyección de la cooperación fraterna, le ayuda a no perder de vista la dimensión universal de la propia vivencia de la fe y de la caridad. Así, se expresa en esta dimensión particular:

“Nuestra Cooperación Fraterna está basada en el deseo de «caminar juntos», es­tableciendo de mutuo acuerdo tiempos y recursos, así como relaciones a medio y largo plazo en el trabajo común. El proceso de acompañamiento implica un compartir mutuo en misión, objetivos, experiencias, conocimientos y proyectos, en el que el sentido de la subsidiariedad prevalece en nuestro hacer (…). Un desarrollo humano integral centrado en las potencialidades y en los procesos más que en los espacios y metas alcanzados”.

Hemos recogido una sencilla síntesis, de lo que el pensamiento social y evangélico, nos invita y nos llama a vivir a los creyentes en nuestra vida personal y comunitaria, con respecto a la cooperación fraterna. Sabemos de las restricciones y de las reacciones contrarias que está generando cierto discurso, que llama a terminar con la cooperación fraterna al desarrollo, puesto que es incapaz de entender el beneficio mutuo para personas y pueblos, no solamente en el intercambio, la solidaridad o la justicia social; sino, también, en volver a recuperar actitudes y valores comunitarios que, con el paso del tiempo, hemos olvidado en algunos lugares de la tierra. Me estoy refiriendo a la gratuidad, a la capacidad de aprender de la naturaleza, a la creatividad, al trabajo en equipo, al intercambio de dones y talentos desde la base de la horizontalidad, a la capacidad de intentar hacer nuevas diferentes formas de trabajar y relacionarnos como personas…

¿Por qué no intentamos hacer posible que la cooperación fraterna, no sea solamente una experiencia testimonial de unos pocos apasionados, sino un modo de relacionarnos entre los seres humanos que vivimos en estos primeros días del año 2025?

  1. Rm 15, 25-28
  2. CDSI 420
  3. CDSI 446
  4.  Modelo de Cooperación Fraterna de Cáritas Española, pp 37-38.
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